20 minutos de 90

Competir un rato, esperar a que el rival tenga un mal día, encomendarse a Antony Silva para que evite la tragedia y a ver si se saca un resultado.

Nos ha quedado claro que es esa la filosofía de juego de la Franja en este torneo. No digo que sea porque el equipo así lo planteé; más bien, lamentablemente, es para lo que le alcanza.

El patrón de comportamiento a lo largo de este torneo ha sido así: el Puebla se inspira durante 20 minutos, se le pone ‘bravo’ al rival, genera dos o tres jugadas de peligro y, después de eso, no sucede más.

Llevemos este rendimiento al ámbito laboral, tomando en cuenta la teoría de los “20 de 90”, la cual equivale a un 18% de rendimiento. Supongamos que usted trabaja las 8 horas de una jornada laboral regular y, de estas 8, solo 1 hora con 40 minutos tiene un desempeño al menos por encimita de lo esperado; el resto del tiempo en su espacio de trabajo es solo por cumplir, por estar y que pase lo que tenga que pasar.

Definitivamente, los sentimientos que vengan a usted al finalizar el día no serán muy agradables que digamos. Y mucho menos de la gente que espera, de usted, resultados.

Las mismas sensaciones ha dejado esta Franja a sus aficionados; ser un equipo que entra a la cancha sin una idea específica, esperando a que el destino juegue a su favor, a que las casualidades coincidan, los planetas se alineen y a ver qué sale, después de 90 minutos.

Para acabarla de amolar

Un equipo con tantas limitaciones, lo menos que podría hacer es estar concentrado para evitar caer en errores que afecten aun más el rendimiento del equipo.

Lo que hizo el día de ayer Guillermo Martínez fue un acto de completa irresponsabilidad y empatía ante su director técnico, compañeros, afición y una institución que ha creído en él. En fin. 

En pocos días la Franja tiene otra oportunidad en casa, ante Cruz Azul. Sinceramente, ya no sé si esa noticia es buena o mala.

Nos seguimos leyendo.