El gol que no llegó y el dulzón sabor de la justicia
Es momento para analizar lo que pasó con el último proceso mundialista y aprender de la amplísima lista de errores que todos los involucrados en el “Tri” cometieron.
Agridulce es un calificativo que se emplea con recurrencia en la nota, reportaje o crónica deportiva. Se usa, casi siempre, para referirse a algo que puede ser, sincrónicamente, repelente y atractivo.
Con seguridad puedo decir que usé ese calificativo en muchas ocasiones. Sin embargo no es sino hasta hoy, que lo tomo como punto de partida para escribir esta columna, que sé con claridad lo que significa esta palabra.
¿Por qué conozco el significado de esta palabra? No acudí al diccionario; lo que hice, simplemente, fue mirar con incredulidad la culminación de la participación de la Selección Mexicana en la Copa del Mundo celebrada en Qatar.
Yo, como seguramente ocurrió contigo, quería que México superara la ronda de grupos; deseé que el Tri, por lo menos, saciara las expectativas que nos genera desde el ya lejano 1994, esto al acceder a los octavos de final; anhelé noventa minutos más y la exigencia de un partido de eliminación directa ante una de las potencias, más esto, lo sabes bien, no pudo ser.
Mi sensación fue agria tras el gol matón de Arabia Saudita. No podía responderme qué fue lo que sucedió en un partido en el que México pudo meter, al menos, dos o tres goles más. En silencio, con puras ideas que carecieron de sonoridad, le reclamé a Messi. ¿Cómo pudiste fallar ese tiro desde el manchón penal?
Más tarde llegó la calma. La sensación amarga y de molestia se alejó de mi lengua y de mis ideas. Entonces llegó el dulzón sabor que acompaña a la justicia. ¿Merecía México pasar a la siguiente ronda? La respuesta es obvia: no.
No, porque no pudo ganarle a una endeble Polonia. No, porque con Argentina se jugó con un miedo del que se hablará por generaciones. No, porque ante Arabia Saudita se quiso salvar un proceso terrible que, cuando menos, le antecedieron dos años que hoy, con la luz que nos da el resultado del miércoles, representan un retroceso para el futbol mexicano. No, porque directivos, jugadores y el mismo Martino sabían que con el “Tata” a la cabeza, México no haría más que fracasar.
Y, pese a ello, lo mantuvieron en el puesto; le permitieron irrespetar los goles y la trayectoria de Javier Hernández y el nivel y futuro de Santiago Giménez; le permitieron hacer un trabajo mediano y la recolección de resultados funestos. Le permitieron de todo a Gerardo Martino y él, minutos después del silbatazo final, se fue. Así, nada más, se fue.
Hoy no es momento para mirar con alegría el 2026 y una Copa del Mundo donde México será local. Hoy, lo que pienso, es momento para analizar lo que pasó con el último proceso mundialista y aprender de la amplísima lista de errores que todos los involucrados en el “Tri” cometieron. Considero una oportunidad inmejorable para que este fracaso del futbol mexicano sea punto de partida para una mejora evidente que lleve al equipo verde a un futuro del que todos se puedan sentir orgullosos.
El 2026 puede ser un gran año para el Tri, pero solamente si se acepta el fracaso de hoy y si éste no se maquilla con discursos plagados de peroratas que a ningún lugar llevan.