El libro de Maurer es un acto de valentía

Un sábado por la mañana ingresé con emoción a Profética. En esta casa de lectura todavía se percibía el remanente de la noche anterior: un momento de vastas y variadas anécdotas contadas por algunos de los personajes que más conocen las entrañas de nuestro futbol. Todos se reunieron para celebrar la publicación del libro signado por Emilio Maurer, un poblano de corazón.

Ahí, en el patio central de la casona convertida en librería, se sentía aún la presencia de José Ramón Fernández, David Faitelson y una amplia cantidad de hombres poseedores de incontables horas de recorrido en la cancha, cuyo pasto finamente podado fue regado con mucho sudor y, en ocasiones, con lágrimas y gotas de sangre.

En Profética se presentó el primer libro de don Emilio, cuyo contenido, en parte, ya anticipaba. La obra, Maurer y sus verdades, memorias de un poblano de corazón, tiene un título atinado. Y es que en casi 400 páginas el exdirectivo del Puebla describe, desde su óptica y juicios de valor, fragmentos de lo que vivió en la administración y gestión de la Franja, Selección Nacional y la rama de la Primera División.

Resulta interesante conocer cómo el autor realiza un recorrido memorable por décadas de trabajo en oficina, en juntas, en viajes, en negociaciones que no siempre llegaron a buen término. Sí, es un libro valioso en cuanto a contenido. Sí, su publicación es plausible porque escribir no es un acto de pasividad, puesto que materializar pensamientos en un puñado de hojas implica valentía para darle sentido y orden a lo difusas que pueden ser las ideas, más cuando son añejas.

Sin embargo, desde mi óptica y posición, que es tan válida o errónea como lo pueden ser otras, el libro de don Emilio no admite cuestionamientos a las posiciones claras de los dos personajes centrales: por un lado está él, revolucionario, echado para adelante, peleando por la Franja y, posteriormente, luchando a brazo partido por el bienestar del futbol mexicano y el de los empresarios de los equipos que cimientan esta organización; por otro lado están, desde la perspectiva del exdirectivo, los villanos, las mafias, el emporio televisivo y el gobierno, siempre minando el camino del personaje central de esta obra.

No. La vida no es así. En la vida como en el futbol hay matices. No hay buenos, buenos, buenos. No hay malos, malos, malos. No hay héroes y no hay villanos. Hay personas que en un momento dado hacen cosas por un interés. Y eso, claramente, es cosa normal. ¡A todos nos interesa algo! 

Don Emilio es un crítico voraz a los manejos poco nítidos de las personas o empresas que manejan el futbol en México. Señala cosas turbias que, no tengo la menor duda, sucedieron o al menos parte de ellas. Eso es bosquejado por el autor como algo indecente. Pero la lógica para categorizar acciones no es la misma cuando hace referencia a actos propios, puesto que deja entrever que, temas como la relación con árbitros, las fiestas y regalos a directivos de Concacaf, la donación “fantasma” a una institución médica, no son acciones deshonestas sino parte de la “picardía” e inteligencia de un directivo poblano que, lo parafraseo, “buscó” competir con rivales poderosos a partir de maneras creativas. 

En el libro, quizá con razón, se hace una crítica dura y directa a una gran empresa como lo es Televisa. Como lector se agradece esa frontalidad para mencionar temas que no todos abordan. Sin embargo, se pasa por alto que, nos guste o no, el futbol mexicano profesional no es lúdico y no es un organismo público. Es, lo sabemos todos, una gran empresa que busca ganar, llenar sus arcas. ¿No es esa la finalidad de cualquier empresa?

Pese a la crítica que se halla en las líneas anteriores, puedo decir que el libro de Emilio Maurer es de gran valía porque implica para el lector un ejercicio de comprensión de lo que fue, es y será el futbol mexicano. Es una obra rica en anécdotas, en perspectivas escritas que, para hacerse más fuertes, quizá tuvieron que ser contrastadas.

Gran texto, don Emilio. Ojalá sea el primero de varios. Ojalá que más directivos se atrevan a escribir sus memorias, porque escribir es un acto de valentía; algo que todos, en algún momento, deberíamos hacer.