Messi y la obsesión de Kubrick
Messi y Kubrick, incansables, superiores, sumamente diferentes, profesiones y de legados distintos, pero los dos, artífices de gestas que pasaron y pasarán a la historia.
No sé si Messi es consciente del arte que dejó Stanley Kubrick como legado a nivel mundial, aunque estoy seguro que ha visto alguna de sus películas.
Lo que sí es verdad es que existe un paralelismo entre el método del éxito de Lionel y el proceso creativo de uno de los últimos genios del cine. Sus coincidencias se definen en pocas palabras: obsesión, repetición y perfección.
“Si puedo escribirlo o pensarlo, puedo filmarlo”, fue una de las frases más icónicas de Kubrick; estas palabras se pueden tropicalizar a Messi y su labor en la cancha sin problema. Stanley estuvo activo como cinematógrafo más de 40 años; Leo lleva casi 20 veranos al máximo nivel. Ambos ganándolo todo; los dos acumulando éxito tras éxito.
Otro paralelismo entre Messi y Stanley es, como decía líneas atrás, su método para la construcción del éxito.
Kubrick pudo haberse rendido desde sus primeros logros y conformarse, mismo caso que Leo, pero no. Hasta su último filme (Ojos bien cerrados; 1999), el cinematógrafo fue galardonado con múltiples nominaciones de los máximos premios.
Messi en su último Mundial confeso, al menos hasta hoy, ya llegó hasta las semifinales, rompió prácticamente todos los récords que tenía a su alcance; de hecho, hoy logra uno más: llega a 25 encuentros en Copas del Mundo e iguala a Lothar Matthäus, como los únicos dos futbolistas con esta cantidad de juegos en el mayor torneo a nivel de selecciones.
Kubrick no solo hizo buenas películas, hizo obras maestras, como Naranja Mecánica (1971), documentos que se proyectan en escuelas de periodismo; Stanley es punto de referencia para los que aspiran a figurar en el séptimo arte. Messi lo ha ganado prácticamente todo, es considerado el mejor del mundo desde hace más de diez años, máximo ganador del Balón de Oro.
Messi y Kubrick, incansables, superiores, sumamente diferentes, profesiones y de legados distintos, pero los dos, artífices de gestas que pasaron y pasarán a la historia.
Lionel, como Stanley, obsesivos en búsqueda de la calidad extrema de lo que realizan, perfeccionistas, no solo buscan el éxito, sino que aguardan por la consagración de manera inolvidable y contundente.
Así como las películas de Kubrick, todas memorables, la narrativa en cada triunfo de Messi ha sido imborrable, como aquella Champions en el 2011 y la del 2015 con el Barcelona, así como el camino previo a la Final del Mundial de Brasil o como hasta ahora en Qatar, rompiendo marcas, dejando huella y generando la sensación de que, ahora sí, levantará la copa, su mayor obsesión.