El amateur profesional
La profesionalidad del amateur radica en que no importa qué pase en la semana, siempre estará listo y dispuesto para dar lo mejor de sí el día de partido. El futbolista en todos los niveles nunca dejará de ser futbolista, siempre será y siempre tendrá, mientras pueda, esa voluntad de profesional que no es profesional.
A todos nos llega el cruce de profesional a amateur; para muchos el fútbol amateur es una forma de vida y para muchos más es un medio para obtener dinero. El común denominador en estos casos es el “profesionalismo” con el que el futbolista amateur enfrenta su fin de semana.
La disciplina, que en general falta en la vida del mexicano, se compensa cuando el futbolista es amateur. Tener el uniforme listo, las vendas y a veces hasta pomadas de todo tipo para “arrancar” mejor el partido y evitar lesiones.
Esta disciplina que lleva al equipo amateur a buscar el uniforme que más les guste o en su caso mandar a fabricar para representar al grupo, juntar al compadre, al amigo, al conocido, a los “talachas”, al “profe”, al que ayuda con los papelitos mal cortados y la pluma mordida con poca tinta para hacer la lista y los cambios, este mismo personaje que lleva una ‘maletita’ con las credenciales de todos y cada uno de los que están en el equipo y los que ya no llegan, y que al momento de los nuevos se buscan similitudes físicas que no existen pero en el momento de premura por el cambio urgente, se encuentran.
El futbolista amateur religiosamente pide el rol de juegos para estar listo para el fin de semana, se confirmó la asistencia, y se comienza a mentalizar para ganar al rival o algunos en saber a quién trae el contrincante. Se leen y escuchan comentarios tales como “traen al Negro”, “¿te acuerdas del (inserte nacionalidad extranjera) que jugaba en tal equipo?, viene con ellos”, “traen dos chavos que parecen aviones”, y entonces la estrategia parte desde el respeto al rival por los refuerzos que participarán en el encuentro del fin de semana.
El “profe” empieza a hacer cuentas y a tratar de asegurar su once inicial, con la sentencia de “por favor lleguen 15 minutos antes, para calentar y preparar el juego”, el equipo llega en punto de la hora o pasados algunos minutos, total, “siempre dan unos 10 o 15 minutos de tolerancia”, y no falta el equipo que llegan todos en la batea ‘semicambiados’ y gritando “¡aguanta, profe, ya llegamos!” y mandan a uno de los chicos que viajan con ellos a decirle al juez central que en 2 minutos están listos.
Otro ejemplo del caos disciplinado que se maneja en los fines de semana son los jugadores que llegan ya con tacos y espinilleras puestas para ya solo aventar la maleta y entrar a la cancha a demostrar que su fin de semana vale todo por 90 minutos de juego, que regularmente se reducen a unos 70 porque el juego comienza tarde y el árbitro debe irse en punto, así que o se restan minutos al tiempo de juego o al medio tiempo se minimiza la recuperación para que haya unos 10 minutos más de fútbol.
El parado táctico del equipo se hace conforme van llegando a la cancha y al son del entrenador pidiendo llamen rápido al “Pepe” para que se apure, porque hay que empezar con el delantero que más corre para afianzar el juego. Ves una formación de tarjetas en el césped con rostros tan dispares como entretenidos, ya que unos tomaron sus fotos infantiles, otros con el celular y algunos más recortaron alguna que tuvieran en sus redes sociales; así se muestra el folklore del futbolista mexicano.
Rigurosamente el fin de semana significa alivio, significa sacar al futbolista fenómeno que se lleva dentro, significa tomar el balón y con las frases maravillosas del amateur generar un par de horas de diversión que en la mayoría de los casos terminan con unas bebidas refrescantes al momento de la convivencia postpartido. Significa también encarar al rival, tratar de hacerlo temer porque el equipo es más fuerte y mejor que ellos; significa que hasta los que menos talento tienen, obtengan una oportunidad de cerrar la semana con unos minutos de acción, no importa en la mayoría de los casos el resultado.
El futbolista amateur en México porta con orgullo su playera, pone el pecho a las balas, mete con todo durante el juego y busca por todos los medios demostrar que es uno de tantos que “se lastimaron la rodilla” en el camino del profesionalismo o que en su caso, fueron profesionales pero ahora son uno más del rubro.
La profesionalidad del amateur radica en que no importa qué pase en la semana, siempre estará listo y dispuesto para dar lo mejor de sí el día de partido. Ya sea como referente o como complemento, buscará estar y salir triunfador para beber el delicioso elixir con una sonrisa, o si saliera derrotado, tratar de mejorar el ánimo con una “helada”.
El futbolista en todos los niveles nunca dejará de ser futbolista, siempre será y siempre tendrá, mientras pueda, esa voluntad de profesional que no es profesional.
Y recuerden, la pelota siempre al 10.