Gerardo Martino y el espejo de Shakespeare
En esas manos, que el "Tata" ya no alcanza a ver en su shakesperiano espejo, estamos. Espejo que, como esto no cambie diametralmente, ya no servirá como tal para cuando inicie Qatar 2022.
Ante un espejo tan empañado por el hartazgo que acaso hace irreconocible a quien se proyecta, imaginamos parado a Gerardo Martino.
Ahí, con pose del Hamlet de Shakespeare, el seleccionador mexicano se debate entre ser y no ser, entre seguir por el camino trazado en enero de 2019, cuando asumió ese timón, o dar una desesperada vuelta de timón a escasas semanas del debut en la Copa del Mundo para la que fue contratado.
Torneo al que llega con la duda en pico histórico. Duda en términos de dirección: quién sí y quién no, quién cómo y quién dónde. Dudas, más graves todavía, en la cantidad de futbolistas de alta relevancia inciertos sobre si podrán estar o en qué condición podrán estar: Raúl Alonso Jiménez, Jesús Manuel Corona, Rogelio Funes Mori, Héctor Herrera.
Cuatro jugadores que, de estar siquiera al setenta u ochenta por ciento de su plenitud, nadie dudaría en considerarlos. Cuatro jugadores a los que Martino, por diversos motivos, debe fidelidad. Eso, y no tener mucha más tela de dónde cortar, explica esperarlos tanto.
Eso justifica semejantes enigmas a tan poco de viajar a Qatar. Bien lo sabe Martino, bien lo asume la gente de futbol, el alta médica de ninguna forma significa el alta competitiva: una cosa es sanar de una lesión y cerrar un proceso de rehabilitación; otra muy distinta es hallar ese ritmo, esa confianza, esa soltura, ese don de los tiempos (más claro en inglés, timing) apenas consecuentes de jugar.
Por si esas cuatro incertidumbres no bastaran, Martino se topa con que, lo que lucía como una solución hoy representa un problema. Se decidió apretar el torneo mexicano para que la liguilla concluyera al cierre de octubre, brindando mayor tiempo de concentración al apodado “Tata” con sus convocados locales. No obstante, eso se traducirá en que futbolistas como Alexis Vega, quien apunta a titular, lleguen al debut mundialista sin haber disputado un cotejo oficial desde mes y medio antes (por comparar, nuestros rivales polacos y argentinos traerán inercia de dos duelos semanales hasta una semana antes del Mundial). Al caso de Alexis se añaden los seleccionados que quedaron fuera en cuartos de final de la liguilla.
Así que la alineación posible del Tri para enfrentar a Polonia el 22 de noviembre en el estadio 974 de Doha, hoy es un abanico de conjeturas. Eso contribuye al empañado espejo en el que se pretende mirar Martino, aunque mucho más el desgaste del puesto que ocupa. Podría considerarse que quien ya se sentó tanto en el acaso banquillo más caliente a nivel de clubes (el del Barça, con sus delirios de identidad y exigencias de efectividad), como a nivel de selecciones (el de Argentina, donde la patria parece sostenerse de los goles y de cada ciudadano emerge un DT), viviría relajado la experiencia mexicana.
Nada más alejado de eso, el “Tata” luce entre defraudado y fastidiado; con ganas de que esto termine; abriendo el paraguas ante un eventual fracaso al compartir diagnósticos demasiado tardíos de lo que bien sabemos sufre nuestro futbol (estructura, detección de talentos, consolidación); ocupado en dinamitar los pocos puentes que le quedaban (con la federación, con la afición, con los medios de comunicación); atreviéndose a autocalificarse “no solamente como el enemigo público, sino el enemigo público número uno”.
En esas manos, que él ya no alcanza a ver en su shakesperiano espejo, estamos. Espejo que, como esto no cambie diametralmente, ya no servirá como tal para cuando inicie Qatar 2022.
A ciegas y con los instintos cercenados, viajaremos al Golfo más con la sensación de ir presas de un sacrificio ritual y cuatrienal, que eufóricos por la historia que se pueda marcar.