Otro proyecto hecho a la “mexicana”
Nos queda esperar la elección del nuevo entrenador nacional y, una vez hecho esto, iniciará el verdadero círculo vicioso de suponer que un hombre al que se le delega una gran responsabilidad será el encargado de erradicar todos los síntomas de un Tricolor que, se quiera aceptar o no, está enfermo de gravedad.
El miércoles, desde temprana hora, hubo una movilización importante y atípica en las instalaciones de la Federación Mexicana de Futbol (FMF), ubicadas en Toluca, Estado de México.
La estampa era bellísima: campos con un pasto finamente podado, canchas de ensueño, de un verde vivo y alegre; las banderas de México, la FIFA y Concacaf ondeando en sincronía con la que exhibe el escudo de la Selección Nacional; al fondo, majestuoso, un edificio de concreto, acero y cristal, uno muy parecido al que se halla en Zúrich, la sede del órgano rector del futbol mundial.
A ese lujoso lugar llegaron personas ataviadas con trajes de corte elegante. Ellos, sonrientes, no escatimaron en repartir abrazos a sus similares y, también, a varios de los representantes de los medios de comunicación de alcance nacional, aquellos a los que apretaron las manos y, en corto, casi al oído, repartieron halagos y uno que otro secretito de poca valía, mismo que, un poco más tarde, en las primeras horas de la noche, aparecería en los titulares de los programas de debate como una nota exclusiva.
Ahí, los representantes y voceros de quienes realmente toman las decisiones en el futbol mexicano, sumergieron sus índices en un líquido espeso y típico del mes de febrero; ellos, los de pantalón largo, mojaron sus índices con un atole insípido y, acto seguido, lo repartieron gustosos a quienes realmente tenían la obligación de cuestionarlos por los desastrosos resultados conseguidos en el último proceso mundialista, cuyo triste final tuvo lugar en el partido de México ante Arabia Saudita, correspondiente a la fase de grupos de Qatar 2022.
Los dirigentes de nuestro futbol emitieron un discurso liviano, una perorata plagada de justificaciones y soluciones que no son tal. Dijeron, lo parafraseo, que para ayudar a que México tenga una buena actuación en la justa mundial de 2026, se debe dar juego a los futbolistas nacionales. Dijeron que es prioridad reducir la cantidad de extranjeros en cancha.
Mencionaron también que el repechaje tiene que concluir casi de manera inmediata. Aseguraron que la multipropiedad sí va a acabar. Hablaron de la conformación de un comité para dar buena gestión al proyecto de Selección Nacional. Hablaron, hablaron, hablaron. Y lo cierto es que nada concluyente aportaron. No dieron ni una solución novedosa a los problemas que, desde hace ya varios años, laceran al futbol mexicano.
Se veía venir. Poco o nada cambiará en el escenario del futbol mexicano. El proceso rumbo al Mundial de 2026 será, nuevamente, manejado a la “mexicana”; es decir, con buenos deseos y grandes aspiraciones, pero sin sustento, sin argumentos.
Nos queda esperar la elección del nuevo entrenador nacional y, una vez hecho esto, iniciará el verdadero círculo vicioso de suponer que un hombre al que se le delega una gran responsabilidad será el encargado de erradicar todos los síntomas de un Tricolor que, se quiera aceptar o no, está enfermo de gravedad.