Club Puebla: tan lejos de la tercera estrella
Hoy, porque así lo indican los resultados y, sobre todo, el deficiente accionar, Puebla vive su momento más bajo en los últimos seis años. El proyecto de Arce no da para más.
Un sábado como a las dos de la tarde, tras un partido amistoso, un jugador de baja estatura recorría el túnel que conduce de la zona de vestuarios a la explanada que se halla justo afuera de la zona de prensa del estadio Cuauhtémoc. Ese jugador de cejas tupidas, extravagante corte de pelo y una barba de chivo, decía con acento argentino: “uno acaba de llegar al equipo, pero parece que vienen cambios; nos han dicho que Puebla tendrá otro dueño y creemos que será algo bueno”.
Carlos Salom, delantero argentino y de paso malo y efímero con la Franja, dijo — sin que alguien se lo preguntara— que el equipo no sería más de la familia, Chargoy sino de un inversor que, en ese momento, no tenía rostro ni nombre.
Ese comentario emitido por un extranjero que pronto se iría de México fue el primer indicio de que vendría cambios importantes en Puebla. Luego se supo, de manera extraoficial que el equipo había sido adquirido por un grupo que, entre otras cosas, posee una empresa de televisión.
Seis años han pasado desde ese sábado en donde —sin que alguien lo esperara— un vocero que no era tal, anunciara la venta del equipo. Seis años han pasado ya y es momento de hacer un balance de los técnicos que han pasado por el banquillo poblano durante la gestión de las personas asignadas a cuidar los intereses de uno de los dos equipos con que cuenta la televisora que afirma tener una señal con valor.
Entre las cosas positivas que se han tenido se puede citar la continuidad en la mayoría de los proyectos de los jefes del banquillo. Se inició con Enrique Meza y, aunque al “Ojitos” no le fue de lo mejor en el equipo, puede decirse que éste, por momentos, compitió.
Después vino “Chelís” y durante algunas jornadas su equipo tuvo un desempeño interesante, sin embargo, un torneo después, transcurridas cinco jornadas, llegó su cese. Aquí, con Sánchez Solá, no se dio continuidad, no se dio confianza a un proyecto que podía dar más.
Luego llegó Juan Reynoso y, aunque se le criticó al peruano, la directiva acertó con su elección como timonel pues, a pesar de tener mano dura en el vestuario y un accionar nada espectacular,logró meter al Puebla a unos cuartos de final tras superar a Monterrey en ese repechaje dramático en donde lució Ormeño y brilló Vikonis.
Tras la salida de Reynoso, que se fue para hacer campeonar a la Máquina, la directiva poblana dio en el blanco con la contratación de su sucesor: el entonces desconocido Nicolás Larcamón. Con el técnico argentino, Puebla tuvo una época brillante; la Franja volaba en la cancha durante varios partidos y, los que llegaba a perder, dejaban una sensación de que el equipo no tardaría en reponerse y volver a ganar. Aunque el final de Larcamón fue algo humillante, con el par de goleadas ante las Águilas del América en esa liguilla de pesadilla, no se puede ocultar que el primer torneo de Nicolás con Puebla bien pudo ser el de la obtención de la tercera estrella. No me cabe la menor duda de que, si el africano Clifford Aboagye no hubiese fallado la oportunidad que tuvo en el segundo tiempo de la ida ante Santos, días después, en el Cuauhtémoc, la remontada se hubiese logrado.
Tras la salida de Larcamón y su partida al León, Eduardo Arce, su otrora auxiliar, tomó el cargo de entrenador. Pocas expectativas se tenían de Arce, sin embargo, Eduardo ni siquiera ha estado cerca de alcanzarlas. Hoy, porque así lo indican los resultados y, sobre todo, el deficiente accionar, Puebla vive su momento más bajo en los últimos seis años. El proyecto de Arce no da para más.
¡Qué lejos estamos de ver al Puebla con su tercera estrella!
¡Qué cerca estamos de ver al Puebla en el último lugar!