Al maestro con cariño
Recordé las “Noches Mágicas” de Nicolás Larcamón y el Puebla de la Franja, sólo que en esta ocasión, el que fuera su protagonista estaba en la banca y con el equipo contrario.
Voy a citar a mi amigo Miguel Caballero, director editorial de GRADA, en su columna del 3 de noviembre de este año:
“Como si de una obra literaria de romance puro y duro se tratara, los Camoteros ponen en juego esta noche (una vez más) sus probabilidades –mínimas, pero probabilidades al fin de cuentas –de meterse a la fase final del torneo frente a su ex director técnico (porque no es frente al León, sino frente al estratega argentino), uno de los grandes responsables –si no es que el más –de la última época de ilusión en la institución.
El regreso de Larcamón al estadio Cuauhtémoc revive un debate sobre lo que fue su historia al frente de la Franja; una novela que, como toda obra, genera diversas lecturas".
Y sí, resultó que el guión estaba escrito, faltaba el desarrollo de la obra y vaya obra la que nos tocó presenciar; llena de contrastes, así se desarrolló, desde una pobre entrada hasta un ambiente de clímax al final del partido, con nostalgia y recuerdos, con un arbitraje infame y un León que pecó de conformista, displicente y soberbio, con un Puebla que falló pero no dejó de pelear un solo instante.
Nadie hubiera podido adivinar lo que esa noche viviríamos los que asistimos al estadio Cuauhtémoc, desde la entrada de los equipos y la figura de Nicolás Larcamón –quien fue recibido por aplausos –hasta el exceso en el tiempo de compensación que culminó con la trepidante victoria de la Franja sobre los Esmeraldas.
Basta decir que al final del primer tiempo, el Puebla se fue al descanso con un marcador adverso de uno a tres, resultado de errores y distracciones casi al final del mismo y que parecía habían sepultado toda aspiración del equipo Camotero.
Al arrancar el segundo tiempo le comenté a mi hermana que no entendía los cambios del León y que si el Puebla lograba anotar en los primeros veinte minutos tenía oportunidad de igualar el marcador y así sucedió; no solo logró empatar con un gol de Diego de Buen, sino que le dio la vuelta al marcador con el tercer tanto en el partido de Guillermo Martínez, a quien por cierto ya le habían anulado un gol de manera muy dudosa.
Cuando parecía que el partido terminaría así, cuatro goles a tres a favor del Puebla, el árbitro decidió compensar siete minutos más; fue en ese lapso que Omar Fernández, “el Parcerito” y ex del Puebla, aprovechó un descuido más de la defensa para poner el marcador cuatro a cuatro.
No habían pasado dos minutos de juego cuando Ángel Mena tuvo en sus botines el quinto gol para el León e increíblemente falló. La transición fue inmediata, Miguel Sansores peleó un balón en tres cuartos de cancha y en la dividida lo ganó, se enfiló al arco y con potente disparo venció a Rodolfo Cota, para dejar el marcador final de cinco goles a cuatro.
El estadio explotó, la gente gritaba, saltaba, cantaba; el Puebla lo había hecho nuevamente, le dio una gran satisfacción a su afición; premio justo a un equipo que se sobrepuso a sus errores y no dejó de pelear un solo instante; tomados de las manos, al finalizar el partido, los jugadores y el cuerpo técnico corrieron del centro del campo a la zona de Cabecera Sur para agradecer por el apoyo recibido.
Fue entonces que recordé las “Noches Mágicas” de Nicolás Larcamón y el Puebla de la Franja, sólo que en esta ocasión, el que fuera su protagonista estaba en la banca y con el equipo contrario; el Puebla, el equipo al que le había inculcado el hábito del “laburo” e identidad, le estaba enseñando que de eso, de eso le falta un mucho al León.
La obra había terminado, el Puebla la había titulado ya: “Al Maestro, con cariño”.
Con el gusto de saludarles, nos leemos la próxima semana.