El equipo donde puede pasar de todo
Con Puebla no valen los juicios previos. Con este Puebla, que ya no es el mismo que a Liguillas llegó, uno siempre tiene la posibilidad de sorprenderse. El Puebla es, sin lugar a dudas, el equipo donde puede pasar de todo.
Durante las primeras horas del lunes me encontraba en un restaurante que se halla en el segundo piso de un hotel que colinda con el Pasaje del Ayuntamiento. Sentado en un sillón acojinado, frente a la mesa, en espera de recibir mis molletes gratinados, recibí una llamada.
Quien llamaba, con notable acento bonaerense, era un colega con el que suelo intercambiar información cada vez que existe la posibilidad de vinculación de algún jugador perteneciente a los equipos que seguimos en el día a día: Independiente y Puebla.
En esos primeros segundos de la llamada, mientras intercambiábamos saludos, yo, anticipándome a la información que me pediría y por creer erróneamente que sabía la respuesta, no presté tanta atención; debo admitir que también me distraje con la postal en movimiento que esa mañana de lunes me obsequió ese pasaje de estilo francés.
Mientras escuchaba el tema consultado por el periodista argentino —uno que frecuentemente me había expuesto durante los últimos seis meses— yo atendía con la vista, por un lado, a la señora que posiblemente prepara los mejores tacos placeros de la zona centro de la ciudad y, por el otro, a un grupo de hombres y mujeres que, con fajos de hojas sábana y tabloide, ordenaban las secciones de los periódicos que todavía lucen sus primeras planas a color o en blanco y negro en los quioscos que habitan en cada esquina de los portales poblanos.
—Me comenta la directiva de Independiente que la negociación avanza para traer de regreso a Mancuello, me dijo.
—Como te he dicho antes, no creo que Federico salga de Puebla. Allá, con el Rojo, no va a ganar el dinero que gana aquí. Además, los clubes de México no tienen muchas ganas de negociar con un equipo que, tú bien sabes, grandes problemas tuvo para pagarle al América, respondí.
—¿Podrías hacer unas llamadas y checar el dato?
—Claro. Dame unos minutos, le contesté mientras recordaba que, años atrás, a petición mía, este colega me envió información, audios y fotografías de la estadía de Puebla en las instalaciones de Independiente, mismas en las que entrenó de cara a su presentación en el Cilindro de Avellaneda, donde enfrentó al otro equipo de la localidad, el Racing, durante la primera fase de la Copa Libertadores de América.
Hice un par de llamadas y nada. Un par de horas después, con un sintético “no puedo hablar de eso”, escrito por WhatsApp, supe que mi juicio anticipado había sido erróneo. La negación de ese alguien a decirme algo era la confirmación de que “algo” estaba pasando.
La conclusión, apreciable lector, ya la sabes: Federico Mancuello no es más parte del Puebla. Él se fue y no va a volver. Él, a pesar de su veteranía, terminó su segunda época en el futbol mexicano y le dijo no a la posibilidad de seguir ganando lo que aquí se paga —aunque a veces con retrasos—. Él se bajó del barco poblano e hizo bien. Él se bajó de un barco con hoyos y grietas. Él se cansó de navegar sin rumbo fijo, se cansó de dar vueltas en espera de encontrar una corriente de agua o una fortuita ventisca que lo llevara a algún lugar.
Apenado por mi inicial incredulidad, me comuniqué con mi colega argentino. Le dije todo —que, a decir verdad, no era mucho— de cuanto sabía. Cuando terminé la llamada no pude dejar de pensar cómo es que un equipo primero desvincula a su portero —uno de grandísimas condiciones— y luego propicia la salida de su mejor hombre, aquel que durante su último torneo fue goleador y frecuente asistidor.
Con Puebla no valen los juicios previos. Con este Puebla, que ya no es el mismo que a Liguillas llegó, uno siempre tiene la posibilidad de sorprenderse. El Puebla es, sin lugar a dudas, el equipo donde puede pasar de todo.