¿Adónde se va la capacidad?
¿Adónde se va esa capacidad? Simplemente se esfuma. Y los cambios o mejoras que pudieran llegar antes, tardan mucho más. Es paradójico, pero a veces parece que si eres mujer en la industria deportiva, ser profesional te acaba cerrando las puertas.
En general, la cancha y el mundo está siendo de las mujeres, independientemente de si aún no se valora su trabajo por lo que es sin ser mediado por el género. Lo que les voy a decir no es nuevo, cualquiera en el entorno laboral lo ha visto, escuchado, o experimentado de alguna forma.
Acabo de platicar con una exfutbolista muy, muy amiga, y es increíble cómo a mismas vacantes en el entorno deportivo, conforme el proceso avanza, se le ofrece más a colegas hombres que a mujeres.
Entre amigxs del medio cotorreamos, porque es muy normal que con intereses laborales afines, acabemos aplicando a las mismas vacantes. Y cotorreas como mecanismo de defensa, porque así es. Cuando lo ves tantas veces, con tantos empleos, con tantxs amigxs, con parejas, al final cotorreas para seguir adelante y no quedarte ahí. Pero muy en el fondo, todxs sabemos que es algo estructural y que está mal. Aunque no lo podamos cambiar aún. Porque, ¿qué pasa cuando a una chava se le ocurre preguntar, incluso con un dejo de nerviosismo o de miedo: “oye… pero ¿por qué me ofreces menos?”
La típica respuesta, hasta dubitativa por parte de entrevistadores, porque no se esperan que les preguntes, es: “Ah, este…porque son puestos diferentes”. Ves los puestos, y tienden a ser los mismos en responsabilidades, pero en algún punto en el proceso, o de inicio, cambia el título. Sólo, claro, al hombre le ofrecen la Jefatura A (mejor pagada), y a la mujer le ofrecen la Jefatura B (peor pagada). Sólo por ilustrar uno de varios ejemplos.
Claro, la chava que decide preguntar acaba de usar un arma de doble filo porque: 1) Le tocó con algunx jefx que valore gente obstinada y capaz y quizá le da puntos para conseguir el trabajo (en el menor de los casos). 2) Muestra que puede ser conflictiva. 3) Después de ver eso, la misma aplicante (previendo y evitando entrar a un entorno laboral machista) dice: “¿Sabes qué? Ya no estoy interesada en esta vacante. Gracias”. Por ende, esa capacidad se va. Por ser infravalorada de inicio, simplemente no es captada.
Ahora, las mujeres que logran entrar en el entorno deportivo también les toca lidiar con su cuota de problemas inverosímiles. Es curioso, pero platicando con varias, la sensación es: “Si soy profesional me sale peor.”
De entrada, varios cuerpos técnicos (no importa la rama), o varios cuerpos de trabajo en la estructura deportiva, ven de “arriba para abajo” o de “adentro para afuera” a personas que no han tendido a ser parte del medio (normal para cualquier mujer en cualquier ámbito), sin antes siquiera ver su trabajo o trabajar con ellas.
Por ende, muchas mujeres que quieren aportar, ayudar a que proyectos salgan, resolver problemas (porque para eso las contrataron) se enfocan en hacer bien su trabajo. Hacer bien las cosas exige mucho de una y otrxs, pero por esa exigencia a otrxs, se da el: “es una intensa”, “es una mandona”; etc. Porque muy en el fondo no se espera que como mujer hagas bien las cosas, que exijas de ti y otrxs. Y de a poco aprendes que, para mantenerte en el medio, tienes que ceder, ser “más dulce”, “bajarle dos rayitas”, o en vez de centrarte en tu trabajo, mejor preocuparte por cómo te perciben tus compañerxs. Y esa capacidad o potencial, decides bajarlo.
Pero la pregunta va de nuevo: ¿adónde se va esa capacidad?
Simplemente se esfuma. Y los cambios o mejoras que pudieran llegar antes, tardan mucho más. Es paradójico, pero a veces parece que si eres mujer en la industria deportiva, ser profesional te acaba cerrando las puertas.