Un duelo renacentista en la Champions League
La eterna pelea entre Il Biscione e Il Diavolo en la ciudad de Milán tendrá como marco principal las semifinales de la Champions League, sabiendo que en el primer juego los neroazurro usaron sólo 15 minutos para poner el puño en la mesa, reclamando la victoria en el Derby della Madonnina.
La eterna pelea entre Il Biscione e Il Diavolo en la ciudad de Milán tendrá como marco principal las semifinales de la Champions League, sabiendo que en el primer juego los neroazurro usaron sólo 15 minutos para poner el puño en la mesa, reclamando la victoria en el Derby della Madonnina. Los 90 minutos restantes se plantean duros para un equipo milanista que no ha visto su antigua y legendaria forma de monstruo europeo.
Hoy el nombre de los rossoneri cimbra pero no asusta, viene el Milán pero no son los de siempre, desde que don Paolo Maldini se retiró y salvo el indomable Zlatan Ibrahimovic, no ha habido un líder en cancha ni un crack que resuelva. Muchos nombres chicos para la historia del cuadro rojinegro han abundado, eternas promesas que se quedan al borde del funcionamiento que exige el escudo que representan. Otrora gigante en competiciones europeas, hoy aplauden demasiado si consiguen el boleto de manera directa.
Del otro lado de la banqueta, el Inter, el equipo que compite con la Juventus para ser el más ganador de Italia, ha tenido los últimos años, desde la época de Mourinho al mando, un crecimiento y consecución de títulos constante que le ha permitido un renacer a nivel europeo, aunque no ha ganado un título desde el triplete de la temporada 2009-2010; se ha mantenido como un constante de grupo, sorpresa de octavos y ahora plantado con un paso en la gran final.
Pero adónde va toda esta rivalidad: comparten el estadio, dividen la ciudad, algunos futbolistas saltan de un equipo al otro y los fanáticos explotamos en contra del rival.
Los milanistas partieron de cultura inglesa, más estilizados y parcos por su inicio con el cricket no permitían que los futbolistas de otras nacionalidades participaran del equipo, por lo que un grupo de personas funda en el Restaurante Orologio (Reloj), el equipo en el cual las nacionalidades son aceptadas sin importar de dónde vengan.
La rivalidad en colores es muy básica y simple, pero tiene mucho significado. Mientras que unos querían el rojo y el negro para dar miedo porque son los colores del diablo, los otros decían que la noche en sus tonos negro y azul, con el fondo dorado de estrellas daría vida a un equipo que será internacional, porque será de los hermanos del mundo.
Si bien la rivalidad en Italia principal es entre Inter y Juventus, los partidos que se juegan con “la Madonnina” (la estatua representativa de Milán) como testigo, son los más pasionales.
Históricamente, la Juventus manda en títulos en Italia, pero la pasión y rivalidad que estos dos comparten va más allá de todo en “la bota”.
Los diablos dejaron de ser ese equipo gigante con fichajes caros y futbolistas de élite que espantaba desde el capitán, desde el mismísimo Paolo Maldini y luego venía la constelación completa: Cafú, Stam, Nesta, Costacurta, Pirlo, Dida, Serginho, Kaladze, Gattuso, Inzaghi, Kaká, Seedorf, Shevchenko, Rui Costa, entre otros en diversas temporadas, pero estos monstruos mandaban en el mundo; enfrentar al Milán era saber que plan distinto debía tenerse en mente.
Hubo un tiempo que el Inter tenía también grandes individualidades pero algo, a diferencia del vecino, no cuajó; recordar a Toldo, Pagliuca, Bergomi, Javier Zanetti, Blanc, Iván Ramiro Córdoba, Djorkaeff, Ronaldo (sí, “el Fenómeno”), Roberto Baggio, Stankovic, Vieri, Batistuta, Crespo, hasta Bergkmamp pasó por el neroazurro, y con todos estos no se ganaba mucho, pero llegó Mourinho y unió a jugadores medio renglón abajo y logró el triplete.
Hoy día en ambas escuadras no son los mejores del mundo, hay grandísimos jugadores, uno más conocido que el otro y el otro menos que alguno más, pero hacen el conjunto pleno para que esta semifinal (sin importar qué tipo de monstruo salga de la otra llave) sea ya un gran encuentro, un guiño al fútbol clásico, renacentista si quieren llamarlo de alguna manera artística que nos deje un gran sabor de boca.
Y recuerden, la pelota siempre al 10.