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La ansiada “14” llegó pero, ¿a qué costo?

Todo lo que parecía apuntar a una “limpieza” plena y total del club terminó en título y ahora, como al inicio platicamos, todo lo malo se olvida con el brillo del campeonato.

Antonio
Antonio Palomino

Actualizado: 19 DIC 2023 - 23:58

La ansiada “14” llegó pero, ¿a qué costo?
Arte: GRADA

Los títulos ocultan muchas veces las deficiencias de los equipos ganadores, y en la suntuosa Liga MX aún más. La ansiada décima cuarta copa para las Águilas del América está en sus vitrinas pero, ¿a qué costo?

Un plantel que ha sido renovado año con año durante por lo menos los últimos 10, buscando la mejoría total y absoluta, se tuvo un plantel redondo con el liderazgo de Santiago Solari y la falta de conocimiento y unos Pumas impetuosos detuvieron un año maravilloso para el “Indiecito”.

Luego vino la infumable historia del “Tano”, un tipo que con juveniles pudo entender y hacer entender el fútbol, pero con jugadores totales de primera división le quedó muy grande el puesto (y afirmación total es lo que le pasó este año con Rayados). No cualquiera puede dirigir a planteles grandes y talentosos, mucho menos alguien puesto por suerte y no por elección.

Jardine llegó como la última opción; la siguiente era un ridículo conductor de televisión que se volvió presa de su personaje controversial en la cadena ESPN. Empezó con razones de peso argumentadas hace mucho tiempo y con el paso se hizo un payaso igual de los líricos protagonistas que siempre están en la jugada.

De todas las opciones para dirigir al club en esta temporada, el de menores probabilidades para salir exitoso era el brasileño. Se mencionaron nombres “enormes” y otros no tanto que pudieron sellar el destino de salida del director deportivo Santiago Baños, por fin parecía que su salida se podría dar considerando que la única exigencia siempre era el título y no se había dado ya en varios años bajo su mandato.

Parecía que por fin la “limpia” llegaría y se llevaría todo lo malo y hasta lo podrido que suele haber en un equipo de fútbol, y más aún en el más grande de México. (Sí, aunque a los otros 17 equipos les incomode).

Y la razón de ser el más grande es sencilla; y es repetitivo y la misma cantaleta de siempre: “o lo aman o lo odian”. Con América no hay puntos medios ni tonalidades grises. Los que apoyan son insoportables, los que los sufren esperan siempre que pierda. Esta razón y argumento es su filosofía de vida, su forma de ser y su razón para molestar a cuanto individuo se cruza en el camino. 

Pero volvamos al análisis del campeón.

Todo lo que parecía apuntar a una “limpieza” plena y total del club terminó en título y ahora, como al inicio platicamos, todo lo malo se olvida con el brillo del título.

La pésima planificación en carácter de fichajes se queda en “funcionó”, tener de 10 a un tipo que no crea absolutamente nada no será un problema; que un jugador regular para malo llegue como si fuera Ronaldo “Fenómeno” renacido y resulta que no fue; ni tampoco pensar en un mejor 9 para el club que el grandísimo centro delantero de la selección que tiene la inmensa fortuna de encontrar el gol más seguido de lo que debería; ni más qué decir del portentoso central uruguayo que se equivoca siempre pero tiene sentados a dos mexicanos como Ramón Juárez e Israel Reyes. 

Este tipo de detalles que simboliza redondear una plantilla ganadora fulminante que evite los problemas que se suscitaron durante muchos periodos de los diversos partidos. El título difumina todos los reclamos que han habido durante los últimos varios años, y viene lo peor para el club, “con este equipo campeonamos, no se mueve nada” y vendrá el torneo siguiente con algunas dudas. 

Ciertamente hay plantilla para poner dos equipos que compitan en la liga, pero uno va “de 1” y el otro se complica para calificar. Plantilla vasta en número, pero limitada en talento. Para los resultadistas, el título sirve, cuenta y dará tiempo para el siguiente error; para los analistas totales, el título suma, pero los modos y maneras de conseguirlos todavía distan de lo que representa el escudo del campeón.

Mientras que los demás equipos “grandes” buscan demeritar la estrella que se añade, los equipos “chicos” buscan un ápice de ilusión para combatir el torneo, los ahora campeones deben entender que este es el escalón donde pertenecen y que todos deben aportar sus virtudes en pos de conseguir un bicampeonato (que a priori se ve posible) que cimente al más grande en su pedestal.

Y recuerden, la pelota siempre al 10.

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