Mediocridad: el barco de Diego Cocca
Diego Cocca fue cesado. El exentrenador de Tigres no duró ni un semestre completo al frente de México. Él, tras perder con Estados Unidos y ganarle a Panamá, se marchó y a su barco le llamó “Mediocridad”.
En lo alto jamás aparecieron nubes blancas; todo fue, como desde hace casi tres años, nubarrones que le dieron un color siniestro al cielo donde no faltaron estridentes rayos, propios de una tormenta eléctrica.
La embarcación de Diego Cocca salió de un puerto que se caía a pedazos porque el muelle ya no tenía cimientos firmes, sino columnas que, hechas trizas, parecían flacos palos, desgastados y endebles.
Pese a lo débil de su barco, al semblante del puerto de donde partió y al cielo que prometía regalarle noches enteras de angustia con centellas y tormentas perfectas, Diego Cocca tomó el timón y partió a las aguas turbias de un proyecto que, como una hoja que arroja el viento, carece de destino.
Fueron pocos meses de su gestión como entrenador del “Tricolor”, pero suficientes para saber que con él no habría un cambio real de accionar, porque esta generación de futbolistas que estaban a su cargo y que visten de verde, ya no solamente son pobres de nivel, puesto que ahora también lo son de mentalidad.
Diego Cocca fue cesado. El exentrenador de Tigres no duró ni un semestre completo al frente de México. Él, tras perder con Estados Unidos y ganarle a Panamá, se marchó y a su barco le llamó “Mediocridad”.
Con el despido de Diego Cocca se termina un episodio de absurdo total en el Tricolor. Y es que nadie, con certeza, sabe por qué lo nombraron entrenador nacional; nadie, con franqueza, lo veía como candidato a tomar las riendas de un equipo que necesitaba mano dura y argumentos en cancha para dejar atrás el papelón de Qatar; nadie pudo argumentar con claridad los motivos de elegir a Cocca porque antes que él había al menos tres profesionales de los banquillos con más capacidad para maniobrar una embarcación que hundida está.
Con el despido de Diego Cocca termina un episodio absurdo en el “Tricolor”, sin embargo, inicia otro. Y es que ahora nombraron a Jaime Lozano como director técnico de la selección y, aunque se ha dicho que es para afrontar la Copa Oro, bien se sabe que, de hacer un buen papel —que no es otra cosa sino campeonar en la confederación de mayor pobreza futbolística— el técnico medallista de los Juegos Olímpicos se mantendrá en el cargo.
Así que, de una vez, hay que vislumbrar la partida de la misma embarcación del mismo puente hacia el mismo destino: el fracaso en la Copa del Mundo de 2026.
México tiene mucha fortuna porque debido a su papel de anfitrión de un Mundial que, dicho sea de paso, no es suyo, no debe participar en las eliminatorias, mismas que, si otro fuera el contexto, seguramente le arrojarían una eliminación prematura.
Esta selección ya partió otra vez a mar abierto; esta ocasión, el barco mexicano ya no tiembla si se topa a Brasil o Argentina o quizá a una potencia europea. El barco mexicano está tan resquebrajado que ahora, si en mar abierto se llega a encontrar a Guatemala, Surinam o Costa Rica, esta embarcación se sabrá en riesgo de naufragio.