El tesoro de los once goles
¿Quién diría que el baile que le dio América al club Puebla, sería un tesoro para la noble afición camotera? ¿Quién diría que esa humillación de once goles será un recuerdo invaluable?
La molestia y el coraje se desborda en la afición poblana. Es comprensible; Puebla no es favorito y, con anticipación, se sabe que difícilmente saldrá ganador en la serie de cuartos de final ante las Águilas del América. Más eliminar en reclasificación al Guadalajara, el otro gran imán nacional de pasión, le da algunos motivos a los seguidores del equipo blanquiazul para pensar en una batalla épica ante el conjunto que entrena en Coapa y que habita en el estadio Azteca. Nadie sabe que este baile terrible será el último baile del último Puebla ganador.
El miércoles 12 de octubre de 2022, a las afueras del Cuauhtémoc, el ambiente es festivo: sobre los comales de acero brincan con singular alegría gotas de aceite caliente que, en sincronía, hacen saltar a las milanesas que recién empanizan las manos robustas y fuertes que, con base en la preparación y venta de cemitas poblanas, llevan el sustento a sus casas; las banderas y las playeras de los puestos ambulantes ondean con el frío viento otoñal, el mismo que anuncia la proximidad de la época invernal.
Al minuto 14, Jordi Cortizo besa por última vez el escudo del Puebla; el rubio jugador, que meses después será un activo más de los Rayados de Monterrey, desvía un disparo de Mancuello; Ochoa nada puede hacer. Puebla toma la delantera y parece estropear los festejos del cumpleañero: el equipo que celebra el 106 aniversario de ser, según se asume, el equipo más grande de México.
En Twitter, dedos rápidos e institucionales, escriben frases creativas, todas dirigidas a alabar lo que hace el “Pueblota”. Abajo, en una cancha rápida y mojada por la llovizna, Puebla ya la pasa mal ante un América que se dispone a ganar; arriba, frente a una pantalla de laptop, todavía se escriben enunciados valentones que van a envejecer muy mal.
América empata con gol de Diego Valdés y a esa anotación le siguen otras dos de Henry Martín, quien, orgulloso, levanta los brazos y muestra los bíceps bien trabajados. La noche se hace más fría para el equipo de casa porque Alejandro Zendejas, Brian Rodríguez y hasta Federico Viñas le marcan al paraguayo Antony Silva.
El baile de 1-6 representa un gran pastel de cumpleaños para el equipo que ya tiene más de cien años. El mismo baile, para el rival, el Puebla de Larcamón, significa que, se quiera aceptar o no, el proyecto ya terminó.
Pocos días después, la segunda parte de ese baile macabro culmina en la catedral del futbol mexicano. En el Azteca, América, otra vez, aplasta al Puebla. Las Águilas, sin despeinarse, le clavan un contundente 5-1 al visitante. Termina, ahora sí, la última época de un Puebla protagonista.
¿Quién diría que este baile sería un tesoro para la noble afición camotera? ¿Quién diría que esa humillación de once goles será un recuerdo invaluable?
Si sigues al Puebla como lo hace quien esto escribe, piensa que, pese a todo, ese baile es un tesoro. Y es que, como están las cosas, quién sabe para cuándo Puebla pueda regresar a una Liguilla.