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De la hipocresía y la “cancelación” de Carlos Salcedo

Me había enterado de diversos casos de “cancelación” en diferentes rubros de la vida cotidiana, pero hoy sé que esa moda que incitan aquellos que dejaron de tener piel para presumir su blancuzca y endeble membrana testácea, también, por desgracia, ha permeado al fútbol.

Omar
Omar Rodríguez

Actualizado: 29 SEP 2023 - 6:31

De la hipocresía y la “cancelación” de Carlos Salcedo
Arte: GRADA

Cualquier mañana puedes tomar uno o dos huevos e impactarlos entre ellos o bien, colisionarlos con el contorno de un sartén. Si lo haces con la fuerza necesaria, provocarás grietas en el cascarón, pero los huevos no se romperán. Si eres meticuloso y no tienes prisa por verter el contenido de estos sobre la base circular y metálica que ya se calienta con llama baja, verás que bajo el cascarón hay un par de telitas blancas que protegen a la clara y a la yema. Estas frágiles capas no son otra cosa sino membranas testáceas, cuya finalidad es evitar el ingreso de bacterias y virus.

Bien, apreciable lector, debo decirte que desde el lustro pasado y los primeros tres años de esta década que avanza con vertiginosidad, muchas personas han dejado de tener piel y en su lugar ―porque ellas así lo han decidido― han optado por lucir una débil membrana testácea, la cual, por supuesto, es tan endeble que no las puede proteger del terrible disgusto y la ofensa titánica que les generan todas las cosas políticamente incorrectas que suceden en el día con día.

En la actualidad, muchas personas ya no tienen piel delgadita, sino que poseen dichas membranas. Esas personas, que, por supuesto, viven en el mundo de las apariencias, se sienten ofendidas por cosas que pasan y que no tienen relación con ellas. ¡Califican con la mirada y señalan con el dedo a aquello que creen que es la raíz de su descontento! Un presente de hipocresía es en el que vivimos hoy en día.

Estas ideas tienen relación con el ―entiéndase el sarcasmo― gravísimo suceso que se presentó tras la nueva derrota de Cruz Azul. Una vez que la Máquina perdió con el Querétaro de Mauro Gerk, Carlos Salcedo y otros jugadores celestes, lejos de ir a tomarse un café sin azúcar ―porque claramente las cosas no están para llevarse a la boca algo dulce sino amargo― decidieron reunirse para festejar cualquier cosa, que bien pudo ser un cumpleaños o el hecho de estar vivos, lo cual ya es para celebrar porque la vida es algo tan valioso y frágil que un día se tiene y al otro ya no.

Este festejo, que, aunque sea una obviedad debo explicarlo, no tenía nada malo en sí mismo. Ellos, como muchos, terminaron su jornada laboral y se reunieron para divertirse. ¿Acaso está prohibido reírse después de un mal día en el trabajo? ¿Acaso Salcedo y los otros merecen recibir latigazos como sucede en Irán? Pensé que vivíamos en México, un país en el que, hasta donde yo sé, no se prohíben las reuniones.

Medianamente puedo comprender que un grueso de la sociedad ―sin capacidad para razonar antes de enjuiciar― se le vaya a la yugular a Carlos Salcedo. Comprendo que un aficionado cualquiera pueda ―erróneamente, por supuesto― pensar que el Titán tendría que dejar de comer y flagelarse una noche entera como autocastigo por el mal momento que atraviesa su equipo. 

Sin embargo, lo que he pensado y no me cabe en la cabeza es que, ya sea vía redes sociales, programas de televisión o en las portadas de los diarios de circulación nacional, se emitan juicios de valor tan a la ligera con relación al defensa de la Máquina. 

Esos comentaristas que usan los medios para calificar sin razonar, bien deberían juzgarse y condenarse de la misma manera cuando, después de hacer pésimas coberturas y evidenciar un desconocimiento total del rigor que requiere su profesión, todavía se jactan de su error.

Vivimos una época peligrosa, misma en la que, ya sea de boca en boca o en los medios de comunicación, se ha vuelto un acto frecuente el enjuiciar actos que poseen total normalidad. Me había enterado de diversos casos de “cancelación” en diferentes rubros de la vida cotidiana, pero hoy sé que esa moda que incitan aquellos que dejaron de tener piel para presumir su blancuzca y endeble membrana testácea, también, por desgracia, ha permeado al fútbol.

Sobre el autor

Omar Rodríguez
Omar Rodríguez

Periodista poblano, escritor, conductor de radio y televisión. Ha realizado coberturas de 30 torneos de Liga MX y coberturas internacionales, entre ellas Copa del Mundo FIFA y Copa Confederaciones.