Contratar un técnico en Puebla: un juego de azar
Un día a Puebla llegó Carevic sin una razón de peso; ¿por qué lo eligieron? ¿qué contemplaban que fuera a pasar con él?; todos sabemos lo que pasó con Andrés. Otro día se apostó por José Manuel de la Torre; el “Chepo”, ya sea por resultados negativos o por el desgaste con sus directivos, apenas terminó el último torneo y se fue.
Salvo contadas excepciones —entre las que se hallan Tigres y América— los clubes mexicanos parecen no tener un criterio definido o al menos ordenado para determinar sus proyectos futbolísticos y los entrenadores que respaldarán los mismos. Dicho de otra manera: por la forma en que se manejan las destituciones de técnicos y el abanico de posibilidades de reemplazo, así como los hombres que a final de cuentas son elegidos para hacerse cargo del equipo, cualquiera, con un poco de sentido común, podría que decir que los directivos —presidentes, directores deportivos o incluso dueños— distan de tener una visión clara de lo que pretenden implementar en el club que gestionan, así como sus necesidades inmediatas y su proyección a mediano o largo plazo.
Muchos de los clubes que integran a la Liga MX carecen de un proyecto deportivo ordenado que esté orientado a la consecución de objetivos específicos. Sin un plan claro, los directivos encargados de elegir a los entrenadores que conducirán a sus equipos convierten a estos hombres en piezas descartables que, más que representar un proyecto sólido, son elementos de un juego de azar en donde la suerte y la moda están detrás de su contratación. ¿Cómo dar seriedad y orden a un proyecto cuando ni siquiera se tiene una lógica o criterio para argumentar la contratación de un entrenador?
En México —donde hay casos por racimos para abordar— resulta tan evidente que en las directivas existe una tendencia a contratar por contratar que, si uno revisa torneo tras torneo, notará que hay técnicos que apenas si tienen una estadía de unos cuantos partidos y otros, en el mejor de los casos, estarán ligados a la institución un semestre o un año, pero pocos irán más allá. Una decisión bien pensada no está exenta de resultar fallida, sin embargo, cuando es frecuente decidir la elección de un técnico y luego a éste se le despide en la jornada ocho o al final del torneo, todo apunta a que dicha decisión, de génesis, es errónea.
El caso Puebla
Desde hace ya varios años, el Club Puebla ha dado incontables muestras de una inquietante tendencia a cambiar de técnicos, elegir a otros y, finalmente, contratar a otros más, aquellos con los que se reiniciará este círculo vicioso que pretende darle el peso de un “proyecto” a un hombre, mismo que, más que dirigir, al paso del tiempo será tachado como el “principal” culpable del mal andar de un equipo que ha sido despreciado por su dueño.
Un día a Puebla llegó Carevic sin una razón de peso; ¿por qué lo eligieron? ¿qué contemplaban que fuera a pasar con él?; todos sabemos lo que pasó con Andrés. Otro día se apostó por José Manuel de la Torre; el “Chepo”, ya sea por resultados negativos o por el desgaste con sus directivos, apenas terminó el último torneo y se fue. Hoy llega Guede; la verdad es que nadie, ni quienes lo contrataron, saben bien el motivo de su elección. La contratación de un técnico en Puebla es un juego de azar.