América y el idilio con los poblanos
Cuando un niño ve la emoción y la alegría en los rostros de sus seres queridos tras una victoria como las que consiguió el América, es comprensible que sienta el deseo de ser parte de esa comunidad.
El apego o la simpatía a un equipo de futbol surge casi siempre en la etapa más temprana de un espectador: la niñez o la juventud. Esto, muy probablemente, se debe a que es precisamente en estos dos momentos donde nosotros, con poca o nula experiencia de la vida y, por ende, con poco contexto para comparar, tendemos a magnificar sucesos que, si bien pueden ser tristes o alegres, aburridos o emocionantes, adquieren un calificativo superlativo.
Esta afición hacia un equipo de futbol es el resultado de una serie de factores que van más allá de la simple elección. Las victorias épicas y los momentos de gloria juegan un papel fundamental en la creación de esa conexión emocional que puede durar toda la vida.
Un ejemplo reciente de esto es la época que vive el Club América: dos campeonatos consecutivos y la posibilidad de obtener un tercero tras derrotar en la semifinal a un férreo rival como lo es Cruz Azul, esto en un partido espectacular, lleno de dramatismo y emociones contrastantes.
Este tipo de victorias no solamente refuerzan la lealtad de los americanistas actuales, sino que, por supuesto, también tienen el poder de "enamorar" a toda una nueva generación de jóvenes y niños que, con el paso del tiempo, podrían hacer de las Águilas su equipo predilecto.
Es precisamente esta clase de partidos, con sus giros inesperados y su desenlace, un factor que deja una marca indeleble en la memoria de los espectadores, quienes, al pasar de los años, no recordarán a once jugadores sino a once héroes deportivos.
Por otra parte, la influencia de la familia, los amigos y el entorno juegan también un papel crucial en esta formación de identidad deportiva. Cuando un niño ve la emoción y la alegría en los rostros de sus seres queridos tras una victoria como las que consiguió el América, es comprensible que sienta el deseo de ser parte de esa comunidad.
Esta combinación de factores tiene la posibilidad de crear una base sólida de aficionados que, a lo largo de los años, seguirán apoyando y celebrando a su equipo con fervor y pasión.
Una generación de poblanos americanistas
El Club América, al elegir el estadio Cuauhtémoc como su casa para la serie final ante los Rayados de Monterrey, está en una posición única para enamorar a una ciudad como Puebla.
Claro que el equipo capitalino ya cuenta con una gran base de seguidores en la Angelópolis, sin embargo, la localía de las Águilas en esta sede podría generar un apoyo descomunal a futuro.
En caso de conseguir el campeonato, el impacto sería monumental. Los aficionados de la ciudad, decepcionados por la falta de resultados y títulos de la Franja, quien es el verdadero local, podrían empezar a ver al América como su equipo, uno digno para apoyar.
La Franja, con su historial reciente de fracasos y su larguísima sequía de campeonatos, ha dejado un vacío en una plaza futbolística tradicional en el futbol de nuestro país.
Puebla es una ciudad que anhela un equipo ganador, uno que compita seriamente por los primeros lugares y no uno que, año con año, se empeñe en debilitarse.
Si el América logra coronarse este segundo semestre del año, no solo habrá ganado un título, sino que también habrá plantado una semilla en el corazón de muchos aficionados poblanos, mismos que hasta ahora han sido olvidados por un equipo camotero que no ha hecho más que defraudarlos.