GRADA Opinión

El recuento de una noche amarilla

Lo que vi no me gustó nada: en la zona de rampas había grandes mantas que hacían alusión al local —por supuesto, uno que no es tal—; en cada asiento había banderas con una frase que acentuaba la grandeza de las Águilas.

Omar
Omar Rodríguez

Actualizado: 20 DIC 2024 - 5:17

El recuento de una noche amarilla
Arte: GRADA

Desde las primeras horas del lunes de la semana pasada estuve atento a la respuesta que los poblanos tuvieron respecto a la presentación de las Águilas del América en el juego de ida de la final del futbol mexicano.

A través de redes sociales y algunos espacios informativos me enteré de que varias personas habían dormido en la zona aledaña a las taquillas del estadio Cuauhtémoc; supe también que otros tantos que no pernoctaron en ese frío e incómodo lugar —los cuales considero que actuaron con mayor sensatez— optaron por integrar filas de grandes dimensiones, todo con la finalidad de conseguir un boleto que les permitiera ser testigos presenciales de una final en condiciones en extremo atípicas: América —hasta ese momento bicampeón— compitiendo por ganar su tercer título consecutivo en el estadio de un equipo con el que tuvo cierta rivalidad en la cada día más lejana década de los ochenta.

Después de esos días de víspera, llegó el jueves. La fecha pactada para el primer careo entre capitalinos y regiomontanos se presentó y yo, para ser sincero, tenía unas expectativas tan bajas del encuentro que, aunado a que América y Rayados me importan más o menos lo mismo, es decir, muy poco, me provocó cierta desidia para acudir al juego. 

Pero la ocasión especial, la oportunidad de ver por primera vez en el estadio Cuauhtémoc una final del máximo circuito me impulsó a acudir a un recinto que, por supuesto que debo admitirlo, me desagradó ver coloreado de amarillo.

Decidí no viajar en automóvil; opté por cerrarle la puerta a la posibilidad de pagar entre doscientos o quinientos pesos por un lugar de un estacionamiento que, durante varios años, ha sido un sitio de confrontación entre los “dueños” del lugar —aquellos que mueven de un lado a otro un percudido pañuelo rojo— y los aficionados que protestan por un cobro que no debería ser.

Para llegar al Cuauhtémoc caminé unos cuarenta minutos por la calzada Zaragoza. Grabé algunos videos para documentar lo que a mi paso encontré: un tránsito tan lento que me pareció ver a los vehículos reptar; vivales que prometían un boleto de reventa “seguro”; jóvenes, adultos, adultos mayores y niños vestidos de amarillo, portando orgullosos el escudo del América, un equipo que no es tan grande como cree, pero sí uno ganador.

Tras pasar por la explanada del estadio, donde me encontré con personas que cobraban veinte pesos por una foto junto a un águila —que dudo muchísimo que tuvieran un permiso para lucrar con esos ejemplares— por fin ingresé a la casa prestada del América.

Lo que vi no me gustó nada: en la zona de rampas había grandes mantas que hacían alusión al local —por supuesto, uno que no es tal—; en cada asiento había banderas con una frase que acentuaba la grandeza de las Águilas; en cada rostro de aquellos que no eran seguidores de Rayados, noté la ilusión propia de aquel fanático que a punto está de ver a su equipo luchar por campeonar.

En cada momento de esa noche amarilla —también debo admitirlo— pensé en el verdadero local: el Puebla.

No pude dejar de comparar la pasión que genera un equipo ganador como el América y el abandono en el que vive sus días una Franja olvidada; me indignó corroborar que, ¡solamente en un partido!, un equipo ajeno a la ciudad metió más gente al estadio que el Puebla en todos sus juegos de local.

Quizá no fue el color amarillo; quizá no fue el poco interés que me generaron los finalistas; quizá no me desagradó ver las banderas colosales en las gradas y las banderolas en cada asiento del estadio; quizá lo que realmente me incomodó fue comprobar una vez más la realidad: Puebla, la Franja, es un equipo que, por sus malas administraciones, no interesa ni en su ciudad.

Sobre el autor

Omar Rodríguez
Omar Rodríguez

Periodista poblano, escritor, conductor de radio y televisión. Ha realizado coberturas de 30 torneos de Liga MX y coberturas internacionales, entre ellas Copa del Mundo FIFA y Copa Confederaciones.