Dirigir al Puebla: una bendición y una maldición
Ricardo tuvo la bendición y maldición de ser nombrado director técnico de la Franja varios meses atrás. Fue una bendición porque, de un momento a otro, le mejoró el salario, y fue una maldición pues dirigir al Puebla equivale a ser cabeza de un vestidor que, más temprano que tarde, se quedará sin la presencia de los mejores futbolistas.
Me apena la situación laboral que atraviesa Ricardo Carbajal. Él, como muchos mexicanos que trabajan arduamente en categorías juveniles, hizo cuanto pudo para aproximarse a la posibilidad de ser parte de un club de Primera División.
En un futbol como el nuestro, donde no abundan las oportunidades de dirigir cuando se carece de una estela brillante proveniente de una exitosa etapa como jugador, ser nombrado timonel de un club de Liga MX es algo para atesorar.
Como Ricardo hay otros más y entre ellos se hallan personas como Eduardo Fentanes, Eduardo Arce e incluso José Luis Sánchez Solá, quienes, por cierto, debutaron como líderes de un banquillo de primera en el equipo de esta ciudad.
Ricardo tuvo la bendición y maldición de ser nombrado director técnico de la Franja varios meses atrás. La designación como entrenador fue una bendición porque, de un momento a otro, le mejoró el salario, le dio reflectores y le dio la oportunidad de hacer, sin mucha presión, lo que pudiera por un equipo que, con Arce, su antecesor, estaba moribundo, perdiendo cada semana y jugando cada vez peor. Ricardo tomó al equipo con la tarea de mejorarlo y, tomando como referencia el estado precario en el que se hallaba la Franja, la encomienda no parecía en extremo complicada porque cualquier otra versión del Puebla era mejor que aquella.
Pero ese nombramiento también fue una maldición. Y es que, en el equipo blanquiazul, al menos en la gestión de esta directiva, dirigir al Puebla equivale a ser cabeza de un vestidor que, más temprano que tarde, se quedará sin la presencia de los mejores futbolistas de un club que se ha convertido en un buen proveedor de talento de equipos como Toluca, América y León. Así que, ser director técnico del Puebla, representa liderar a un plantel que cada vez se hará más flaco, lo que por ende siempre será una variable a tomar en cuenta para predecir la pérdida del trabajo de aquel timonel que un día llega ilusionado y que a los meses se irá con culpas que no siempre son suyas.
Ricardo Carbajal está a un resultado negativo de perder su puesto y eso no se le desea a nadie. Él, como todos los que tienen relación directa con el armado del equipo y en lo que pasa en la cancha, tiene un porcentaje de culpa en lo que respecta al pésimo momento que atraviesa el equipo, no obstante, debe decirse que su directiva no le dio armas para que él hiciera bien su labor, sino todo lo contrario.
Esta vez, en el receso invernal, no se fueron muchos jugadores de la Franja, pero se fue el que tenía que irse para mejorar las finanzas del equipo y me refiero a Guillermo Martínez, delantero que con goles catapultó al equipo a una liguilla inesperada.
¿Llegaron refuerzos? Sí, pero como señalé en una columna anterior, vinieron a Puebla en un momento que no es el mejor. Cavallini y Ormeño se fueron por arriba y retornaron por abajo; en el pasado sus goles los dirigieron a otros equipos y ahora, después de un tiempo en donde no les salieron las cosas, de vuelta están.
Me apena la situación de Ricardo. Él, hombre de trabajo y dedicación, está a un mal juego de perder el puesto. Como sucede siempre, la directiva, falta de autocrítica, se deslindará de su responsabilidad y optará por firmar un despido y una contratación para intentar salvar otra temporada que incluso está lejos de ser mediana.