Las lágrimas de Jorge González
Cuando el llanto recorría las mejillas del exdirector deportivo de la Franja, ¿se habrá acordado de cuántas veces, con sus decisiones, le hizo sentir lo mismo a jugadores, fisioterapeutas, doctores y trabajadores que defendieron a la Franja?
Tras la fatídica derrota ante Querétaro el pasado viernes, algo de peso ocurrió unas horas después en las oficinas de Grupo Salinas.
Más allá de que ese mismo día se confirmó el esperado cese de Ricardo Carbajal, también se tomó la decisión de cortar la cabeza de unos de los máximos responsables del desastroso presente del Club Puebla.
De esa forma, la suerte de Jorge González ya estaba echada.
No hubo posibilidad humana para que otro telefonazo o plegaria de Gustavo Guzmán, su protector al interior del corporativo desde hace años, pudiera cambiar una decisión que, si se postergó, fue exclusivamente por la diosa fortuna que cobijó la humanidad de González Núñez en diversas ocasiones.
Porque pensar que sus capacidades fueron la verdadera razón que le permitieron sentarse en la silla de la dirección deportiva de un equipo de Liga MX a lo largo de más de dos años resulta un insulto al coeficiente intelectual de una afición tan histórica como la poblana.
Más allá del parentesco con Guzmán Sepúlveda, si Jorge González asumió las riendas deportivas en enero de 2022 fue lo que se denomina un golpe de suerte.
Para él, claro está, porque hoy más que nunca queda claro que Iñigo Regueiro y Severiano García, pese a su comprobado mercenarismo por irse al Atlético de San Luis, sí sabían de futbol.
Y es que tal y como lo documentó GRADA a lo largo de un año, las decisiones que tomó el arrogante novato de esta profesión hirieron de sobremanera al equipo.
En lo estrictamente deportivo: confiar en Eduardo Arce, correr a Antony Silva y Emanuel Gularte, contratar a paupérrimos jugadores, dejar ir libres a varios, enemistarse con jugadores, entre muchas otras cosas.
Y del terrible ambiente laboral generado al interior de las oficinas se podrían escribir varias cuartillas. Como lo describieron varios trabajadores a quien esto escribe, "su pobre gestión emocional, machismo y complejos" fueron parte de la cruz con la que hoy carga su pisoteado currículum.
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Para sorpresa de varios y algarabía de muchos, la mañana de este martes fue la última vez que el Estadio Cuauhtémoc sufrió la presencia de Jorge González.
El dos veces mundialista tuvo que presenciar las lágrimas de González Núñez cuando se despidió de sus jugadores.
Cuando el llanto recorría sus mejillas, ¿se habrá acordado de cuántas veces, con sus decisiones, le hizo sentir lo mismo a jugadores, fisioterapeutas, doctores y trabajadores que defendieron a la Franja?
Créanme, de verdad, que tendrá mucho tiempo para reflexionarlo.