La Copa del Mundo 2026 se tambalea
Las tensiones diplomáticas entre estos tres países no son nuevas, pero se han intensificado en los últimos meses.

Hay un tema que, por increíble que parezca, poco se ha tocado en medios de comunicación de alcance nacional. La razón, según me parece, obedece al limitado alcance para ver más allá de lo estrictamente futbolístico: altas y bajas, lesiones, posibles contrataciones.
Actualmente, en cualquier programa de debate deportivo o en medios digitales especializados, se continúan, con insistencia, abordando temas estridentes, pero que son superficiales y que, si bien abonan a la polémica, no lo hacen al debate pensado, aquel que no genera tantos likes e interacciones.
El mal momento que atraviesa Anselmi en Portugal, la crisis de Chivas o la expectativa del cuarto campeonato consecutivo del América son temas que se toman y retoman un día sí y al otro también. Sin embargo, ni por error, alguien se ha tomado el tiempo para diseccionar un tema difícil, uno que, a quien se decida a abordarlo, seguramente pondrá en una situación compleja en lo que respecta a credibilidad.
El tema al que hago referencia tiene que ver con los cambios significativos que tendría la Copa del Mundo del 2026. Debo precisar que estos cambios significativos no son otra cosa que un eufemismo para referirme a una posible cancelación o posposición de la máxima justa que avala la FIFA.
La Copa del Mundo de 2026 prometía ser histórica: por primera vez, los tres países pertenecientes a la parte norte de América pactaron ser sede del evento deportivo más grande del planeta. Estados Unidos, Canadá y México unieron fuerzas para albergar a 48 selecciones en un formato renovado y ambicioso. Sin embargo, la realidad geopolítica actual sugiere que este sueño futbolístico podría estar en riesgo.
Las tensiones diplomáticas entre estos tres países no son nuevas, pero se han intensificado en los últimos meses. La renegociación del T-MEC dejó heridas abiertas, con acusaciones de proteccionismo y desacuerdos en temas energéticos y laborales. Además, la crisis migratoria en la frontera entre Estados Unidos y México sigue siendo un punto de fricción constante. Canadá, por su parte, ha mostrado desencanto con algunas políticas exteriores de sus vecinos del sur, lo que ha generado roces diplomáticos. Si estas diferencias no se manejan con habilidad política, podrían complicar la logística y coordinación necesarias para un evento de esta magnitud.
Imaginemos un escenario en el que las tensiones diplomáticas escalan. Podría haber restricciones de movilidad, problemas con la infraestructura compartida o incluso boicots políticos. Otro escenario sería una crisis económica global que afecte el financiamiento del evento.
Aunque la FIFA sigue firme en su plan, el camino hacia 2026 no está exento de obstáculos. La esperanza es que el deporte una a las naciones, pero la política tiene su propio juego. La pelota está en el aire y aún no sabemos dónde caerá.
Durante las próximas semanas, en este mismo espacio, abordaré información que, a cuentagotas, me va llegando. Ya a finales del año pasado, durante una participación en el programa Franjitis, comenté un poco al respecto. Hoy, al paso de los meses, lo que sucede en el tema político y futbolístico va evidenciando que la Copa del Mundo 2026 no debe darse por hecha. En el futbol como en la política y en la vida, todo cambia en un instante.