Prohibido prohibir
Se debe respetar a las minorías que disfrutan de la tauromaquia, así como a quienes trabajan y viven de ella. Debe ser la ley de la oferta y la demanda la que determine si este espectáculo debe continuar o desaparecer, y no una imposición legislativa sin considerar todos los factores.

“Prohibido prohibir” es el eco de la voz de miles que se desvanece en el margen de la fiesta brava, una tradición que, poco a poco, deja de ser brava.
El destino propio del toro de lidia es la muerte en el ruedo. Su naturaleza es atacar. El toro de lidia ha sido criado para ser lidiado. Condenarlo a vivir es condenarlo a morir.
Quienes, bajo el pretexto de evitarle crueldad, buscan prohibir las corridas de toros, ignoran que con ello infligen una crueldad aún mayor: su desaparición.
“Ser lidiado en la plaza provoca en el toro miedo, ansiedad y estrés desde su transporte de la dehesa hasta la arena” (según National Geographic). Este hecho ha sido aceptado y reconocido incluso por el propio presidente del comité jurídico de la asociación Tauromaquia Mexicana, quien advierte que, al no poder sacrificarse un toro en la plaza, reinsertarlo en las manadas sería problemático, ya que un toro que ha sido toreado es mucho más peligroso y puede generar interacciones negativas con el resto de los animales de su especie.
El Congreso de la Ciudad de México decidió prohibir las corridas de toros con violencia. El espectáculo taurino continuará, pero ahora se impedirá el uso de objetos punzantes que causen heridas o la muerte del animal. Solo se permitirá el uso del capote y la muleta, además de proteger los cuernos de los toros para evitar lesiones a los toreros. Asimismo, se establecerá un límite de 10 minutos por toro en cada corrida.
Por su parte, Claudia Sheinbaum abordó el tema en la mañanera, señalando que están a favor de que la tauromaquia sea reconocida como una actividad cultural, pero sin maltrato animal. Es decir, el toro no debe morir en la plaza, sino que será sacrificado en un rastro. Esta medida plantea una contradicción evidente: tener corridas de toros sin sacrificio es como organizar peleas de box sin golpes.
Existe una gran resistencia en sectores a favor de la tauromaquia, quienes esgrimen un argumento económico sólido. En México, la industria taurina genera aproximadamente 5,451 millones de pesos al año y crea alrededor de 30,000 empleos (según Revista Fortuna). En la Ciudad de México, cada corrida en la Plaza de Toros México puede generar hasta 29 millones de pesos, beneficiando a cerca de 400 negocios que dependen de esta actividad (según El Universal).
Los diputados de la CDMX parecen no comprender la relevancia económica de la tauromaquia, ni el número de empleos directos e indirectos que esta actividad genera. No debe olvidarse que las haciendas ganaderas crean puestos de trabajo en las comunidades donde operan y que la crianza de toros de lidia requiere alimentos y cuidados especiales, lo que incrementa significativamente los costos de producción.
Por otro lado, los defensores de los derechos de los animales basan su rechazo en estudios científicos que demuestran que el toro de lidia es un ser sintiente, capaz de experimentar dolor y emociones. Argumentan que las corridas de toros causan daño físico grave y sufrimiento psicológico. Sin embargo, antes de legislar en contra de esta tradición, es necesario fortalecer y preservar el valor cultural de la fiesta brava y proteger la estabilidad económica de un sector ganadero fundamental.
Se debe respetar a las minorías que disfrutan de la tauromaquia, así como a quienes trabajan y viven de ella. Debe ser la ley de la oferta y la demanda la que determine si este espectáculo debe continuar o desaparecer, y no una imposición legislativa sin considerar todos los factores.
Se teme que, en un efecto dominó, otras plazas del país adopten la fiesta brava sin muerte del toro, lo que significaría el fin de una tradición centenaria.
Pensar que la tauromaquia podrá sobrevivir sin sacrificio es un engaño. Los verdaderos aficionados difícilmente acudirán a presenciar un espectáculo diluido, donde los toreros simplemente serán cirqueros llevando al toro antes de regresarlo al corral.
Somos seres sugestionables tanto consciente como inconscientemente. Todo lo que vemos, escuchamos y vivimos se resguarda en nuestra psique, moldeando nuestra experiencia de vida. Por ello, puedo entender que tanto las peleas entre animales como una buena corrida de toros despierten pasiones y emociones instintivas inherentes al ser humano.
Para muchos, esta práctica es un arte que provoca estados sublimes, una conexión profunda con una tradición que, hoy más que nunca, enfrenta un futuro incierto.