Respeto absoluto
Llamarle “gusto” es poco, poquísimo a la sensación que da el conocer a gente dedicada, profesional y noble como el “profe” Garzón.
Conocí al profesor Rafael Garzón –en persona, no como jugador del Puebla –aproximadamente a mediados de 2021. Aunque no como en sus inicios, eran todavía tiempos de cuidado con la pandemia y apenas comenzaban a reactivarse las actividades al aire libre. Me urgía encontrar un lugar donde descargar mi frustración de no tocar la pelota ni por accidente, absorbido por la computadora por más de catorce horas durante siete días a la semana.
Diario, camino del mercado a casa, me asomaba con un poco de nostalgia a la cancha de futbol donde un pequeño grupo de niños daban incesantes golpes al balón bajo la mirada atenta de su “profe”. Recordaba aquellas épocas de vacaciones, a mis catorce o quince años, cuando al igual que esos niños, salía a jugar con mis amigos de la colonia desde primera hora del día hasta la media noche, en ese mismo lugar, aunque con tierra y piedras en lugar de pasto sintético y porterías de verdad.
En algunas pocas charlas que logramos tener mientras fungía como mi entrenador –por así decirlo –me contaba de un proyecto tan demandante como encantador: dar clases a chicos con Síndrome de Down, con quienes había incluso participado en torneos nacionales e internacionales, y el cual le llenaba la ilusión y fuerza a eso a que llamamos “vocación”.
Este domingo, mientras los equipos de México y Uruguay descansaban del calor sofocante al que estaban sometidos mientras disputaban la final de la International Cup Fut7, una marabunta de chicos encantadores, vestidos en uniformes en tonos rojo y azul enfranjado ingresaron al campo ante la atronadora ovación del público.
A la par de los goles que cayeron de ambos lados, una figura los seguía no sólo con la mirada, sino también en las carreras; los alentaba a la par de darles instrucciones. No era el árbitro del juego; era, como desde el día que los conoció, su guía.
Llamarle “gusto” es poco, poquísimo a la sensación que da el conocer a gente dedicada, profesional y noble como el “profe” Garzón.
Dicen que las verdades absolutas no existen; sin embargo, creo que algunas pueden ser la excepción de la regla, como el decir que la esencia del futbol seguirá viva mientras existan, no profesores, entrenadores o directores técnicos, sino seres humanos como él. Mis respetos, siempre.
Destino
Casi un año después de aquella emocionantísima afrenta en el Cuauhtémoc, mi Franja volverá a medirse ante Chivas en la famosa fase de “repesca”.
Son demasiadas las ocasiones en que el Rebaño Sagrado se ha atravesado en nuestro camino en duelos decisivos: finales de Liga, Copa o, en este caso, la reclasificación, la cual, más allá de ser un invento sumamente apetitoso para el negocio de este precioso juego en nuestro país, resulta inevitablemente atractivo.
Los discursos de siempre dictan que este tipo de partidos son distintos, que “ya se juega otro torneo” y –entre otros lugares comunes, que no por eso menos ciertos –que es en estas fases donde la “jerarquía” suele jugar un papel decisivo.
Lo anterior sería motivo suficiente para ponerse nerviosos, aunque fuera un poco; sin embargo, este equipo ya sabe lo que es hacer caso omiso a los clichés y forjarse su propio destino. Nos vamos a divertir.
Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.