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México y Argentina: el sapo y la pedrada

No dudo que el Tri hubiera preferido un rival relajado, producto de haber goleado a Arabia Saudita, que uno desesperado y enfurecido luego de tan bochornosa hecatombe en el debut.

Alberto
Alberto Lati

Actualizado: 25 NOV 2022 - 1:23

México y Argentina: el sapo y la pedrada
Arte: GRADA

De acuerdo al “sapo”, la “pedrada”. Los mexicanos nos hemos acostumbrado a esperar más de nuestra selección en la medida en que el rival luzca superior.

Es decir, lo que se dificulta al Tri ante equipos rocosos y limitados, duelos en los que nos caracterizamos por ideas bloqueadas y monotonía de pases horizontales, cambia frente a cuadros poderosos que, al disponer de más recursos que los nuestros, suelen dejarnos jugar.

Una narrativa alimentada por tres décadas de Copas del Mundo en las que México ha avanzado a octavos de final, casi siempre lanzado por haber sobrevivido a potencias: el empate contra la Italia de Roberto Baggio en Washington DC, en 1994; el empate contra la Holanda de Dennis Bergkamp en Saint-Étienne, en 1998; el empate contra la Italia de Francesco Totti en Oita, en 2002; el juegazo sólo resuelto por la parábola asesina de “Maxi” Rodríguez en Leipzig, en 2006; la victoria sobre la Francia de Franck Ribery en Polokwane, en 2010; el empate contra el Brasil de Neymar en Fortaleza, en 2014; el triunfo sobre la Alemania de Toni Kroos en Moscú, en 2018.

En todos esos casos, el mejor rendimiento tricolor fue contra representativos de mucho mayor calidad. Incluso, hubo episodios en los que todo se descarriló frente a sinodales menores: las eliminaciones a manos de Bulgaria en 1994 o de Estados Unidos en 2002, o el caer al segundo sitio y exponernos a un contrincante más complicado, tras tropezar con Uruguay en 2010 o Suecia en 2018.

Argumentos a los que buscamos aferrarnos de cara al tipo de partido que no hubiéramos querido tener que sortear tan pronto en Qatar: con una Argentina herida de muerte, sabedora de que hasta la igualada con México le puede condenar y que perder la elimina; una generación de futbolistas albicelestes que desde el martes ya duerme soñando con el estigma de fracaso mundialista que le perseguirá a perpetuidad si no logra avanzar a octavos.

¿Creemos comprender lo que es la presión en el deporte? Nos quedaremos cortos si comparamos con lo que, desde este miércoles, el plantel argentino experimenta. Un país en crisis que se ha sostenido a tal proporción de sus piernas que la ministra de Trabajo se atrevió a declarar que por ahora su inflación (¡tiende a ser del 100 por ciento este año!) no es la prioridad, sino que la selección se corone en Qatar. Absurdo (o “cortina de humo”) con la que coincidió el presidente Alberto Fernández: “Lo que debemos pensar ahora los argentinos es ver cómo ganamos con Messi el Mundial”.

En todo caso, no dudo que el Tri hubiera preferido un rival relajado, producto de haber goleado a Arabia Saudita, que uno desesperado y enfurecido luego de tan bochornosa hecatombe en el debut.

En el fondo, más me preocupan dos aspectos: primero, que nuestra defensa vuelva a comportarse con la impecabilidad del encuentro con Polonia (algo que a últimas fechas no había sucedido); y segundo, que nuestro aparato ofensivo al fin funcione y rompa tamaña esterilidad.

Aquella convicción de que “de acuerdo al sapo, la pedrada” tiene como pico histórico lo que suceda este sábado en Lusail.

Aquella certeza de que en primera ronda  podemos contra quien sea ha de evidenciarse subsistiendo a la Argentina más asomada al precipicio de los últimos veinte años. Sucedió en 2002, cuando también esta selección era favorita al título y, coincidentemente, el país experimentaba otra terrible crisis.

Frases

“Los mexicanos nos hemos acostumbrado a esperar más de nuestra selección en la medida en que el rival luzca superior”.

“Aquella certeza de que en primera ronda  podemos contra quien sea ha de evidenciarse subsistiendo a la Argentina más asomada al precipicio de los últimos veinte años”.

Sobre el autor

Alberto Lati
Alberto Lati

Periodista y escritor; autor de seis libros; embajador de Buena Voluntad de ACNUR.