La Franja, Larcamón y la literatura
Como si de una obra literaria de romance puro y duro se tratara, los Camoteros ponen en juego esta noche sus probabilidades –mínimas, pero probabilidades al fin de cuentas –de meterse a la fase final del torneo frente a su ex director técnico (porque no es frente al León, sino frente al estratega argentino).
Cuando parecía que las cosas se habían terminado y sólo quedaría rescatar en medida lo posible el ridículo solapado durante el comienzo del actual torneo, un sorpresivo triunfo en el Nemesio Díez de Toluca, una de las trincheras más amargas y despiadadas en su contra durante la época moderna, reavivó en el Club Puebla la esperanza de conseguir el objetivo trazado durante la balsámica –y con suerte, próximamente renovada y soportada con verdaderos esfuerzos –gestión de Ricardo Carbajal.
Y “lo mejor” de todo ello, además de hacerlo en casa, es ante quién el equipo enfranjado apostará la última ficha: Nicolás Larcamón.
Como si de una obra literaria de romance puro y duro se tratara, los Camoteros ponen en juego esta noche (una vez más) sus probabilidades –mínimas, pero probabilidades al fin de cuentas –de meterse a la fase final del torneo frente a su ex director técnico (porque no es frente al León, sino frente al estratega argentino), uno de los grandes responsables –si no es que el más –de la última época de ilusión en la institución.
El regreso de Larcamón al estadio Cuauhtémoc revive un debate sobre lo que fue su historia al frente de la Franja; una novela que, como toda obra, genera diversas lecturas.
Los primeros capítulos, en su mayoría alegres o, cuanto menos, emocionantes, llevaron a los poblanos a experimentar un estado emocional no tan habitual en su vida futbolera, acostumbrada a la decepción, el hartazgo y la oscuridad.
Y esto les permitió pensar en imposibles y cosas prohibidas. Las cuatro fases de Liguilla consecutivas, distintas entre ellas pero con los mismos efectos ilusionantes y alucinantes, provocaron sueños maravillosos: risas y gloria; objetivos que ni por asomo habían sido planeados en su comienzo pero que, muy de vez en cuando, la pelota suele regalar a uno que otro desdichado.
(Estoy seguro, no soy el único que sigue pensando en aquella falla del ghanés Clifford Aboagye en Torreón y lo que pudo venir después. Segurísimo, vaya.)
Sin embargo, por alguna extrañísima razón, o tal vez no tanto, porque así es este bendito deporte, el guión concluyó en todo lo contrario a un ‘merecido’ final feliz; o al menos no tan humillante. Fue más que triste y duro lidiar con aquella pesadilla, como si todo lo anterior no hubiera sucedido jamás; o peor tantito, que había sucedido para darnos un golpe más infeliz y jodido que todos los anteriores.
La página en blanco está dispuesta para relatar una gran noche de fútbol y, con suerte, un resultado favorable. Y así, hasta llegar al capítulo final. Lo demás, como suele decirse, es mera literatura.