¿Eres camotero o enfranjado?
No es lo mismo ser camotero que ser enfranjado. Uno lleva historia, alegrías y muchas penas de por medio; el otro es un mote que adoptaron por influencia del club para modernizarse en tiempos muy violentos, en cuanto a identidad por el equipo.
No es lo mismo ser camotero que ser enfranjado. Uno lleva historia, alegrías y muchas penas de por medio; el otro es un mote que adoptaron por influencia del club para modernizarse en tiempos muy violentos, en cuanto a identidad por el equipo.
Ser camotero data desde 1944, dos copas iniciales, pasando por la desaparición del equipo, el primer ascenso, lucha por el no descenso, el primer título de liga, el segundo título de liga, el breve e insulso paso como “Ejecutivos”, el descenso que no pasó (¡gracias, Unión de Curtidores!), el “segundo” descenso, el regreso, la Copa con Cuauhtémoc y un sinfín de irregularidades deportivas y administrativas que han hecho el corazón de estos fanáticos a prueba de todo.
Ser enfranjado es la modernización del apodo para caer en gracia de la modernidad publicitaria y global que exige el mundo del futbol. Es haber “sufrido” a Larcamón, es haberse ilusionado con un gran discurso con un equipo mediano con grandes resultados y pensar que ese es el nivel del equipo, que cualquier entrenador antes y después debe hacerlos jugar igual, ser enfranjado es tener una memoria cercana al presente, pero que no sufrió los pesares de los camoteros. Es ir al estadio a exigir que jueguen como el mejor equipo europeo con jugadores que realmente no tienen el nivel.
¡Ojo!, cualquier equipo y jugador se pueden potenciar desde su realidad, y eso quiere decir que a pesar de las limitaciones de los futbolistas, cuando la idea táctica es clara y se lleva a cabo sumándole el pleno psicológico, el conjunto puede (y debe) ser muy eficiente.
Hoy, las críticas y quejas caen al por mayor sobre todo de los fanáticos que tienen poco tiempo de haberse incorporado a la dinámica del equipo, sufrir y llorar los partidos como hace mucho tiempo no es el tema de hoy. El equipo está a 50 puntos del último lugar, podrían (si hubiera ascenso y descenso) tener 4 torneos muy malos y no se descendería. Entender la mejora que se ha logrado a través del tiempo para tener estos números es de pocos enfranjados, pero sí de muchos camoteros.
Personas que van al estadio desde que se sufría el descenso, lo llenaban, salían dolidos y volvían a ir el siguiente partido, se diferencian de los que hoy van a un juego, entran 12 mil personas y luego reclaman el castigo para el siguiente partido, se diferencian de los villamelones que tienen su abono para vender boletos cuando vienen los “grandes” (populares, mejor dicho) o peor aún, de quitarse su playera de local para ponerse la del visitante que llena el estadio. Estos son los que más se quejan y menos deberían.
Hoy la diferencia entre camotero y enfranjado es filosófica; al final, el equipo necesita de sus fanáticos, tengan 5 o 70 años, hayan sufrido o hayan gozado, hoy necesitan que los que portan la Franja desde la grada; apoyen, griten, celebren, sufran, siempre pensando en que el equipo se debe a ellos y que ellos estarán para el equipo.
Ser del Puebla no es para cualquiera, conozco a muchos que han pasado demasiados años en la sombra en la que el equipo vivía, sumar puntos para no descender por décimas, luchar con los chicos por la supervivencia, disfrutar de torneos inspiradores que tenían el mismo final: eliminación.
Hay una realidad grande y enorme: pasaron de tener a Larios, Rabajda, Ruiz Esparza, Carlos Muñoz, Poblete, Aravena, Zico, Paul Moreno, Ricardo “La Changa” Álvarez, Fogel y disfrutar de grandes encuentros, a sufrir con las plantillas de los últimos 15 años. Jugadores buenos han pasado, pero la mayoría no llenan los zapatos de los camoteros de antaño.
La necesidad de pertenencia y de acercarse al éxito forza al aficionado a celebrar lo poco que hay cuando logran un par de jornadas con triunfo o si un futbolista anotó varios goles en una temporada, aunque esos goles sean infructuosos, un gol vistoso y tienen centro delantero para rato, ese mismo futbolista falla todo lo que le pasa enfrente los siguientes 15 partidos y entonces la venda de los ojos cae fulminantemente.
Si eres camotero, enfranjado, ejecutivo, hasta curtido renacido, no importa siempre y cuando tengas en mente y muy claro, lo que puede lograr el equipo. Nunca dejen de apoyar, el escudo siempre será grande, falta que los nombres en la espalda hagan honor a esta grandeza.
Y recuerden, la pelota siempre al 10.