Un minuto de silencio por el futbol mexicano
El futbol de México está muerto. Por muy triste que sea, por mucho que la emoción y los sentimientos quieran decir lo contrario, hay que aceptar la realidad. Hechos que lo confirman, aunque se quiera mirar para otro lado, existen muchos a nuestro alrededor.
En la antigua Roma, tras ganar una batalla o sumar una nueva conquista a su vasto territorio, el ejército romano viajaba en desfile hasta el templo de Júpiter Capitolino, uno de sus, entonces, más afamados y simbólicos lugares. Mientras recibía los vítores de las masas, a bordo de un carruaje comandado por cuatro imponentes caballos, el general romano que había liderado la heroica gesta era custodiado por un esclavo, quien tenía la misión de susurrarle al oído, a lo largo del recorrido, una peculiar frase: Respice post te. Hominem te esse memento. Memento Mori; cuyo significado del latín al español podría traducirse como: “Mira atrás. Recuerda que eres sólo un hombre. Recuerda que morirás”.
El futbol de México está muerto. Por muy triste que sea, por mucho que la emoción y los sentimientos quieran decir lo contrario, hay que aceptar la realidad. Hechos que lo confirman, aunque se quiera mirar para otro lado, existen muchos a nuestro alrededor.
La destrucción de las cosas que de alguna manera nos importan, o con las que tenemos una cierta relación o apego, suceden frente a nuestros propios ojos mucho tiempo antes de que lo aceptemos. La teoría más reciente es, sin lugar a dudas, el caso de la Selección Nacional.
El “Tricolor” no es más que un viejo recuerdo de lo que, en su día, llegó a ser (nunca una potencia mundial, claro); un saco de huesos rotos al cual se cansaron de patear y saquear hasta la última gota de su existencia.
Con incuestionable facilidad, se puede afirmar que todo se terminó el 30 de noviembre del año pasado, cuando a pesar de vencer a Arabia Saudita, el “equipo de todos” (que en realidad es de unos cuantos) selló, en Qatar 2022, la peor actuación en una Copa del Mundo en los últimos casi 30 años, tras quedar eliminado en fase de grupos con una actuación miserable.
De manera ingenua, muchos –me incluyo en el grupo –creímos que esto, al menos por conveniencia, derivaría en un ‘algo’ que brindara la oportunidad de nuevos comienzos, narrativas distintas, decisiones importantes; pero, lamentablemente, “no cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor”.
Días después de la anunciada reestructura, la tradición que tiene sumergida al balompié nacional se hizo nuevamente presente. Los cambios en el banquillo y a nivel directivo sólo fueron un jueguito de poder que duró alrededor de cuatro meses (resumidos en siete partidos. ¡Siete!)
Hoy, el grupo que siempre ha decidido los caminos del futbol en México ha retomado el control de su juguete favorito.
Pero el caso del “Tri” no es el único. Basta con ver el accionar de los clubes (en los despachos y en las redes), y hasta a algunos de sus dueños, para darse cuenta que estamos en un luto absoluto, donde lo único que importa es vender camisetas, abonos, interacciones, en un ciclo descarado.
Me quedo con el mensaje de Ricardo Salinas Pliego al periodista David Faitelson en Twitter, para cerrar este texto sin sentido: “Lo he dicho mil veces… yo no me meto en esas decisiones de la selección, no es algo importante más que para quienes viven de eso (como tú) y para quienes viven engañados con eso”.
Qué bien le habría caído a estos “generales” que en sus acostumbrados recorridos llenos de porras y fanfarrias, alguno de sus esclavos le recordara la única certeza que tenemos en la vida. Ni hablar. Fue bonito mientras duró. Un minuto de silencio por el futbol mexicano.