Bielsa y el pozo sin fondo de la esperanza
Bielsa reúne las credenciales necesarias para ser un descarte absoluto de un entorno futbolístico como el nuestro, supeditado a voluntades y caprichos de personajes que buscan absolutamente todo lo contrario a lo que él predica y realmente hace.
De la fascinante trilogía de Batman de Christopher Nolan, una de las escenas que más me conmueven sucede en la tercera entrega (The Dark Knight Rises), cuando Bane (Tom Hardy) relata a un moribundo Bruce Wayne (Christian Bale) sobre las razones por las que la prisión a la que lo ha llevado para torturarlo sin misericordia, el mismo lugar que lo vio nacer, es “el peor de los infiernos”: la esperanza.
“El pozo”, como es conocido dentro de la historia dicho centro penitenciario, hace honor a su nombre por ser el fondo de una torre cuyo techo no es más que un agujero enorme por el cual se asoman a diario el cielo y la luz del sol, brindando a los prisioneros la ilusión de poder ser escalada hasta encontrar la libertad; aunque lo único que realmente encuentran aquellos que lo han intentado es, por supuesto, la muerte.
Sin entrar en debates y juicios de valoración cinematográficos, además de pertenecer a una de mis cintas favoritas, dicha escena me hace pensar en el filtrado coqueteo de Marcelo Bielsa con la cúpula del futbol de México para liderar su ansiada ‘revolución’.
Son incontables las ocasiones que el nombre de Marcelo Bielsa se ha escrito en el famoso y extenso libro de los “hubiera” del balompié nacional.
Cada ciclo mundialista, cuando menos, además de para ser vilipendiado por ser “un fracasado”, el rostro del rosarino aparece en las mesas de debate en turno adornando un listado de ‘requisitos’ que, según información de los insiders del Tricolor, “el Loco” ha exigido para tomar el cargo de seleccionador nacional.
Más allá de sus incuestionables capacidades como formador de talento deportivo y, sobre todo, humano, paradójicamente, Bielsa reúne las credenciales necesarias para ser un descarte absoluto de un entorno futbolístico como el nuestro, supeditado a voluntades y caprichos de personajes que buscan absolutamente todo lo contrario a lo que él predica y realmente hace.
Bielsa no es un director técnico de “entrevistas exclusivas” en horarios prime time con el relator promocionado en turno. Tampoco es, claro está, un personaje que aspire a protagonizar campañas publicitarias a granel, uno de los más apetitosos sustentos del equipo mexicano y de sus “vacas sagradas”; y mucho menos, un sujeto acostumbrado a soportar imposiciones de directivos cuyo mayor talento es defender y obedecer absurdos a cambio de sueldos exorbitantes, negocios por debajo de la alfombra y otro tipo de perversiones y canonjías.
“Ninguna identificación con usted a mí me hace bien… Cada vez que usted dice algo que nos encuentra, yo me distancio… Usted es un enemigo que me enaltece. ¿Me entiende? Cuanto más lejos estoy de lo que usted representa, mejor soy”, dijo Bielsa a un periodista a su regreso de la Copa del Mundo de Korea-Japón 2002, en la que Argentina era considerada la máxima favorita para conquistar el título y fue eliminada en fase de grupos.
Por supuesto que se antoja demasiado el imaginar que Bielsa lidere el proyecto futbolístico de México –incluyendo arrebatos como ese–, y las consecuencias que de ello derivarían. Es “el pozo” del futbol mexicano que cada cierto tiempo, por diversión o necesidad, aparece para darnos un poco de esperanza. Mortal, pero esperanza al fin.
Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.