Club Puebla: se acabó el juego
Si la directiva del Club Puebla valora y respeta, aunque sea un poco, a la afición que le abrió las puertas de su casa, que confió y creyó en sus discursos, que reconoció el trabajo bien hecho en épocas no tan lejanas y que, en especial, infló su cartera, es momento de ponerse serios y tomar acción.
Contrario al milagro esperado, el Club Puebla quedó eliminado de la Leagues Cup a pesar del ‘triunfo’ obtenido la noche de este lunes ante Chicago Fire, en donde se siguió apreciando una versión insípida del equipo, aunque un poco menos grotesca de la mostrada en la humillación de su partido debut, misma que sepultó sus aspiraciones de trascender en el torneo.
Durante las últimas horas se ha escuchado demasiado ruido alrededor del futuro de la Franja; un futuro poco promisorio y que, al no contar con un amplio margen de maniobra, necesita de decisiones drásticas. Por mucho que, para la directiva actual, esto signifique ir contra su propia naturaleza y, de una vez por todas, aceptar que se equivocó.
La primera de ellas debería ser la salida de Jorge González, director deportivo del club (de quien, hasta hace unos días, poco y nada se sabía de su existencia en la institución), quien jamás ha tenido la bondad de dar alguna rendición de cuentas para con la afición por las irresponsabilidades cometidas en agravio del proyecto y cuyo logro más importante de su gestión es haber quedado señalado por la discusión que sostuvo contra algunos jugadores, tras el ridículo ante Minnesota FC (una filtración cuanto menos ‘curiosa’, por el medio donde se dio a conocer. Breve paréntesis).
La segunda, a todas luces indudable, la destitución de Eduardo Arce Peña. Aunque se ha repetido, acertadamente e incluso hasta el hartazgo, que no es el único culpable de la innegable crisis en la que la institución se encuentra sumergida, Arce sí es el máximo responsable, primeramente, de lo poco que ha contagiado su equipo en el plano futbolístico desde el torneo pasado (en el que clasificó a Liguilla por azares del destino) y los cinco partidos del actual (entre Liga MX y Leagues Cup); y enseguida, del armado de la plantilla, desprendiéndose de jugadores vitales al priorizar su afán de ‘liderazgo’ por encima de lo colectivo; sobre todo cuando el talento ni la personalidad sean cualidades que sobren en el equipo titular ni en los jugadores ‘revulsivos’.
Pero en especial, Arce agotó su crédito por la actitud mostrada ante la actual situación. Si algo ha jugado en su contra, y mucho, no es la pésima estadística ni el carente ‘volumen de juego’, fortalezas a las que podrían achacarse un sinfín de variables indudablemente propias de un proceso (tiempo, adaptaciones, refuerzos, rivales enfrentados), sino las justificaciones semana a semana, conferencia tras conferencia, derrota a derrota, y la falta de autocrítica (pecado que también se señaló, y mucho, a su antecesor).
Por último –pero no menos importante, en lo absoluto –el cambio de mando por Ricardo Zayas, responsable del modelo de negocio actual; un modelo que dejó grandes dividendos, pero que al suponer que la fórmula sería infinitamente redituable, terminó devorándose a sí mismo, reduciéndose a un equipo sin alma, sin corazón, sin identidad (aunque tanto y absurdamente presuman de ella) y, lo que más le importa, sin ‘nada qué vender’.
Si la directiva del Club Puebla valora y respeta, aunque sea un poco, a la afición que le abrió las puertas de su casa, que confió y creyó en sus discursos, que reconoció el trabajo bien hecho en épocas no tan lejanas y que, en especial, infló su cartera, es momento de ponerse serios y tomar acción.
Y si no pueden o simplemente no les apetece, renuncien o lleven su franquicia a otro lado, pero dejen de arrastrar la camiseta y pisotear un legado –pequeño o grande, según quién –, que les ha permitido, y de muy buena manera, llevarse un plato a la mesa. Si no por ética o por conveniencia, al menos por dignidad. Se acabó el juego.