La solución para la Franja
Desde hace mucho, pero muchísimo tiempo, en mi cabeza habita la idea de que a esta franquicia terminará por encontrar acomodo en otro lugar.
Conviene partir del hecho de que no hay solución. Para nada. No hay solución para nada. La vida no tiene solución, la vida no es un problema del que conoces unos datos de los que debes deducir otros. Una vez que aceptas ese hecho, que no hay solución, te hacen menos daño las atrocidades que contemplas a diario.
No hay solución, te dices. Buenas noches.
Juan José Millás; La vida a ratos
Después de la derrota ante Monterrey (la tercera en cinco jornadas disputadas del Apertura 2024 y la quinta en siete partidos si incluimos el reciente nuevo ridículo en Leagues Cup), a la par de alistar la edición sabatina de GRADA, me encontré en Twitter –porque “X” siempre será Twitter –con una imagen que llegó a tocar algunas de las fibras sensibles que todavía me quedan por el Puebla.
Se trataba de una foto en blanco y negro publicada por Roberto Ruiz Esparza, nuestro eterno “Capi”, acompañado por Carlos Poblete y Jorge Aravena; tres de las leyendas que escribieron con letras de oro (de las verdaderas y no las ridiculeces del prestanombres que hoy ejerce de ‘presidente’) la historia de la Franja, y quienes aparecen custodiando la bandera con aquel hermoso escudo que ya presumía las dos estrellas ligueras.
La imagen por sí sola tiende a ser un bonito recuerdo, un simple golpe de nostalgia sobre épocas pasadas que, por alguna razón, siempre fueron mejores. Pero, como acuñó sabiamente Ortega y Gasset, el hombre es sus circunstancias.
Y esa foto, gracias al presente del equipo, inevitablemente invitó tanto a rememorar aquellas épocas gloriosas como a pensar qué sería de este equipo si, de una vez por todas, fuera manejado por gente que, además de conocer sus adentros, sí tuviera la voluntad de verlo nuevamente en pie y no arrastrando lo poco que queda de su dignidad.
Desde hace mucho, pero muchísimo tiempo, en mi cabeza habita la idea de que a esta franquicia (porque así lo ven los verdaderos dueños del negocio, como una simple franquicia y no como un ente deportivo con una historia riquísima) terminará por encontrar acomodo en otro lugar.
Las señales son clarísimas, incluso para el que no las quiera ver: una institución en total abandono sin mayor ambición que ser saqueada a diestra y siniestra por un séquito de sinvergüenzas, disfrazados de directivos exitosos, enviados para cumplir la miserable misión de hartar y alejar a la afición y, así, justificar su cobarde escapatoria.
Sin embargo, por alguna extrañísima razón, también tengo la ligera esperanza de que, cual novela de mi amado Millás, en las últimas páginas aparezca alguien convencido de darle ese vuelco a la historia. Aunque no haya solución.
Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.