Futbol y política: ¿un vínculo necesario?
Aunque el vínculo entre los equipos de futbol y los gobiernos locales tiene el potencial de generar beneficios significativos, cierto es también que genera temas debatibles en tema de recursos, economía y propaganda política.

El vínculo —mayoritariamente tácito— entre los equipos profesionales de futbol y los gobiernos locales en México, especialmente en los estados de provincia, es un tópico que evidencia una compleja interacción entre política, economía, deporte y cultura.
En muchas ocasiones, los equipos de futbol se convierten en símbolos de identidad regional, representando el orgullo de los habitantes de cada plaza. En provincia hay numerosos casos para citar, entre ellos —aunque venido a menos— está el Puebla. Sin embargo, esta relación política-deporte también puede ser un arma de doble filo.
Por un lado, los gobiernos locales suelen invertir en infraestructura deportiva y apoyar directa o indirectamente a los equipos a nivel económico, con la esperanza de fomentar el desarrollo social y económico. Estas inversiones pueden atraer turismo, generar empleos y fortalecer el sentido de pertenencia entre los habitantes.
Sin embargo, este vínculo no es cosa plana, sino una con aristas.
Una de ellas muestra también que los equipos de futbol pueden ser utilizados como herramientas de promoción política, donde los gobernantes buscan asociarse con el éxito deportivo para ganar popularidad.
Uno de estos casos tuvo que ver de manera directa con la anterior franquicia de Puebla, esto hace más de veinte años. Y es que, a finales de los noventa, cuando la Franja descendió en ese fatídico partido en Monterrey, donde el empate a un gol fue insuficiente para evitar la caída del equipo de Bakero, la negociación que llevó a la familia Bernat a comprar una de las dos franquicias que habitaban en Guanajuato para convertirla en Puebla, motivó a Vicente Fox —entonces gobernador— a hacer cuanto estaba en sus manos para impedir que León se fuera de su estado y que en su lugar, el que dijera adiós, fuera el Curtidores, recién ascendido a la Primera División.
La razón que tuvo Vicente Fox para influir en esa transacción —según refieren numerosos periódicos guanajuatenses de la época— consistía en priorizar el bienestar emocional de los habitantes de su estado de cara a una futura contienda electoral, misma que en el año 2000 ganaría para convertirse en el primer presidente de oposición.
De permitir la mudanza de León a Puebla, el otrora gobernador y después candidato presidencial, seguramente no habría tenido el apoyo total de sus paisanos en los comicios electorales.
Un ejemplo más reciente —uno de tantos— es el traspaso de Monarcas a Mazatlán.
Hace cinco años la mudanza del equipo de la capital de Michoacán instó al gobierno local a buscar una solución, misma que no encontró de manera inmediata. En contraparte, el gobernador Ordaz, de Sinaloa, mejoró su popularidad con la llegada de los Cañoneros a un lugar donde difícilmente se hubiera pensado que pudiera llegar el futbol de Primera División.
En resumen, aunque el vínculo entre los equipos de futbol y los gobiernos locales tiene el potencial de generar beneficios significativos, cierto es también que genera temas debatibles en tema de recursos, economía y propaganda política.
Futbol mexicano y política… ¿un vínculo necesario?